X
La última >

Estimado Juan Carlos. Dos puntos – Por Jorge Bethencourt

   

Ahora que ya no eres rey y puedo hablarte de yo a tú (nunca he entendido eso de tú a tú) me permito dirigirte estás breves palabras de despedida. Más que lo que trae Felipe VI debajo del brazo -no sé si los hijos de los reyes vienen con un pan o con una panadería- me interesa recordar lo que vino contigo cuando yo era un pibe que empezaba a vivir la vida. Y lo que vino, Juan Carlos, fue un país maravilloso. Donde los bares cerraban de madrugada y los borrachos cantaban por la calle (ya nadie canta, ¿verdad?). Ayudaste a crear un país donde se abrieron librerías que parecían supermercados, porque todos teníamos ganas de leer en libertad. Un país de discusiones apasionadas sobre el futuro. Un país de óperas primas, de tigres de papel, de sentarse al borde de la madrugada con los pies colgando. Un país sin horarios, sin reglas, donde la convivencia se modelaba con la cera de los días entre pantalones de campana, patillas, bigotes y melenas.

Fuiste el símbolo de tantas cosas buenas… Por eso te perdoné que actuaras de involuntario aliento para quienes quisieron deponer al Gobierno con una pistola por delante. Aquella gente, harta de ETA y de Suárez, que tuvo la chulería de entrar con metralleta y tricornio en el Congreso. Aunque saliste a media noche en defensa de la democracia, aquello casi fue imperdonable. Pero bien está lo que bien acaba. Los golpistas se extinguieron como los dinosaurios después de aquel patético ridículo internacional. Y los errores de después, desde las estaciones de esquí a las cacerías africanas, son asuntos de tu vida privada que sólo tienen relevancia en esta nueva sociedad de monaguillos, meapilas envidiosos y sepulcros blanqueados que andan todo el día metiendo el hocico en los calzoncillos ajenos. Tus negocios, tus viajes, tus fruteros, tus coches, tus motos y tus yates me parecen poca cosa como recompensa por haber pilotado con tanta maestría la nave de España hacia la libertad. Por haber dejado a Franco en el anteayer y habernos puesto a nosotros en el mañana. Por hacer que un republicano te vaya a echar de menos. Si tu hijo lo hiciera la mitad de bien, en este país se acabarían todos los problemas. Hoy que todo el mundo mira al joven que viene, me parece justo mirar yo al viejo que se va. Adiós, señor. Y gracias.