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Felipe – Por Miguel Tejera Jordan

   

Me cuentan desde Gales que, el príncipe de idem, se indispuso el jueves y tuvo que ir al retrete cuando veía por la televisión los actos de proclamación de Felipe VI como nuevo rey de España. Parece ser que le envió un mail a su madre, Isabel II, pidiéndole unas bolsitas de té para tomarse unas infusiones con unas gotas de limón e intentar contener, así, el peristaltismo intestinal que le afectaba. Viendo cómo Felipe era proclamado rey y Leticia se convertía en reina. Afirman que Camila le miraba por el rabillo del ojo y le regañaba por la desaliñada falda escocesa que le cubría de cadera para abajo. Carlos se mordía las uñas de envidia. Pero yo no envidio el trabajo que espera a Felipe VI. Lo tiene crudo. No quiero aguarle la fiesta, pero no le van a dejar hacer lo que se ha propuesto. Mucha gente cree que el nuevo rey va a arreglar las cosas. Pero la mayoría sabemos que no. Que el rey reina, pero no gobierna. Y que ya se encargarán los partidos políticos y sus líderes de encorsetarle en su papel meramente representativo. Los principales enemigos del monarca no son los republicanos. Serán los políticos que mueven los hilos de este país al dictado de los intereses económicos de los verdaderamente poderosos. A la crisis económica y sus terribles consecuencias, hay que añadir los desafíos de Cataluña y País Vasco. Este país tiene un cita con una consulta soberanista que se celebrará en Cataluña el 9 de noviembre. Y noviembre está ahí, al lado. Y como el asunto catalán se ha desmadrado y ya es difícil que retorne a los cauces del entendimiento, pues me parece que nos vamos a llevar un susto de padre y muy señor mío. Nos estamos tomando la cuestión catalana demasiado a la ligera. Posiblemente confiados en que, al final, no pasará nada. Pero me temo que, al final, pasará de todo. Y que de las palabras podemos pasar a los hechos. Y los hechos pueden resultar estremecedores.

Cataluña y Euskadi son un problemón de mil pares de diablos. Y encauzar una solución sería posible en sociedades menos apasionadas que la nuestra. Aquí, pasamos de los discursos a las broncas por menos de nada. Y de la razón a la sinrazón a la velocidad del rayo. España y yo somos así, señora baronesa: una olla a presión de sentimientos y emociones encontradas a las que no damos salida porque no le abrimos la válvula a la espita del aire de la olla. El caldero se calienta y en un abrir y cerrar de ojos la tenemos montada. Liada parda, como suele decirse últimamente.

Una cosa tengo clara: Mas no va a dar su brazo a torcer, así que a ver cómo salimos del paso sin tener que lamentarlo. La cosa no está bonita, sino fea, muy fea.
Por suerte, el verano abrirá las puertas de las playas al ocio y al descanso. Nos dará un respiro, a pesar de los calores. En otoño, después de Difuntos y de Todos los Santos, que Dios no nos coja con el paso cambiado.

A Carlos que le receten saletón…, que suele ser muy efectivo…