En la entrada y salida de viajeros que es la isla, como decía Pérez Minik, dos cosmopolitas bien amistados, José Luis Garci y Javier Rioyo, han venido al plató natural de Raquel Welch, en Hace un millón de años, y de Furia de titanes, a hablar del cine y la vida. Garci se da por amortizado, reacio a rodar con el móvil mientras añora los rieles del travelling, pero su amigo Rioyo revela que, en realidad, anhela hacer la continuación de Casablanca. El madrileño metió a este país hace treinta años en el club de los Óscar (Volver a empezar), rompiendo un maleficio nacional, como hizo Del Bosque en fútbol en Sudáfrica. Y esta semana en que el mundo vuelve a ser un balón absolutista en la bronca Brasil indignada con los estadios sin terminar, el cineasta desentierra sus crónicas de ABC del Mundial del 94, un libro exquisito. Rioyo no se traga el “escepticismo calculado” de Garci, cree que hará realidad el sueño de Casablanca. Porque vio a Di Stéfano jugando con 39 años pensó que un día llega ese día inobjetable de la jubilación. Cuando Rioyo (periodista y autor de referencia en el cine documental español, con un Goya, y próximo director del Cervantes de Lisboa) perdió a Garci en el aeropuerto de Nueva York, estaba retenido por su semejanza reincidente con un terrorista que se llama igual que él.
Este hombre de la edad de piedra, sin smartphone ni correo digital, es un tótem de la Transición, que abdicó un año antes que el rey. “¡A ver si Felipe VI me ilusiona!”, clama dejando entreabierta la puerta de ‘volver’ al cine. Pero Garci aboga, con 70 años y cara de universitario, por un “mundo sin reuniones” para buscar financiación. Dos nómadas que saben de Canarias y de los canarios, de Manuel Padorno, Pinito del Oro y Luis Feria, de Agustín de Betancourt y Galdós, que se escapaba a París con su novia Pardo Bazán. Rioyo alzó la vista -hablaban en el Casino de Tenerife- y celebró los frescos de Néstor de la Torre. Garci pensó entonces en el Prado como un cine europeo que rendiría homenaje a Berlanga, para completar el mito. Asomó la cabeza Ansalpe (Antonio Salgado), entre el público, y también rindió su tributo a los agonotetas del new journalism boxístico de la Transición: Alcántara, Vadillo, Garci… Tyson mordió en la oreja a Holyfield en las Vegas (1997), por el título mundial de los pesados, y a Garci se le ocurrió decir entonces: “Ganó por bocao técnico”. Aún no sabíamos que, al día siguiente, Banderas y Melanie Griffith iban a terminar en match nulo.