Aunque no es un diagnóstico definitivo, lo cierto es que el severo castigo sufrido en las urnas el pasado 25 de Mayo por los dos grandes partidos (PP y PSOE), ha elevado el nivel de entropÃa del sistema. Pese a las proclamas de los actuales dirigentes polÃticos de estos dos partidos (Rajoy y por poco tiempo, ya, Rubalcaba) el grado de incertidumbre polÃtica es alto. Tanto como para hacer pensar a muchos que estamos asistiendo al fin del bipartidismo.
La abdicación del Rey Juan Carlos, un proceso paralelo, pero en cierto modo conectado, confirma esa sensación de fin de época al que estamos asistiendo. La desafección que registraron las urnas (medio paÃs se quedó en casa) remite al rechazo que provocan los casos de corrupción y la percepción (inexacta, pero generalizada) de que la polÃtica y las amistades conectadas con los polÃticos, otorgan patente de impunidad. Por eso los ciudadanos se desentendieron de los dos grandes partidos.
El peor librado es el Partido Socialista visto que estando en la oposición no fue capaz de aprovechar el desgaste sufrido por el Gobierno castigado por su polÃtica de recortes. La debilidad del PSOE es extrema y se refleja con nitidez en la crisis que ha descabezado en Cataluña al PSC, partido en peligro de extinción a causa de haberse dejado abducir por el nacionalismo identitario, en esencia, contrario a los valores que expresa y promueve la socialdemocracia. La renuncia de Pérez Rubalcaba abre un proceso de relevo en la secretaria general que, visto desde fuera, deberÃa aparejar, también, un cambio en la manera de entender el juego institucional. Cambio para hacer real el discurso socialista clásico desnaturalizado en los últimos años de la gobernación de Zapatero más empeñado en la ingenierÃa social que en atajar el fraude fiscal, las prácticas dolosas de las cajas de ahorro o la insoportable cadena de desahucios.
Ya sea Pedro Sánchez o Eduardo Madina, la tarea que aguarda al nuevo secretario general es ingente. El desafÃo va más allá de renovar el discurso para recuperar electores e intentar volver a gobernar. También tendrá que acertar en la estrategia que asegure la propia supervivencia del partido.
Lo sucedido en Italia con el PSI y el camino que en Grecia lleva el PASOK son un serio aviso. Un aviso de que hasta las torres más altas pueden caer. Nada es para siempre. Vivimos un tiempo polÃtico en el que la única certeza es la incertidumbre.