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Miedo adulto – Por Wladimiro Pareja Ríos*

   

Todos tenemos una o varias emociones de fácil acceso, son aquellas que están más presentes en nosotros, en frecuencia e intensidad. Por ejemplo, hay personas en las que está presente muy claramente la ira; se trataría de individuos que por cualquier cosa se enfadan, cualquier acontecimiento los enoja. En otros aparece sobredimensionada la emoción del miedo, porque cada cosa que realizan en la vida les supone dudas y desasosiego, un estado de ansiedad y preocupación casi perpetuo, presentando un exceso de alerta y de control ante lo que ellos interpretan como “peligro”.

Centrémonos hoy en esta emoción del miedo y cómo nos comportamos cuando la experimentamos. Ante su presencia podemos presentar respuestas de escape, de evitación, de parálisis o, en algunos casos, una actitud contrafóbica: un ejemplo de esto sería ir a cruzar la calle con una sensación de miedo, que algunas personas evitan (y dan muchos rodeos), otras personas se quedan literalmente petrificadas ante la calle sin poder cruzarla, otras se aproximan pero se dan media vuelta y escapan, y las hay que se imponen cruzar a toda costa sin atender a sus posibles consecuencias negativas, como que las atropelle un coche. Sus desencadenantes son múltiples: miedo a animales, a espacios abiertos, a hablar en público, a la oscuridad, a no dormir, a viajar en avión, a conducir nuestro vehículo, a los ascensores…-entre otros muchos-, y todos ellos tienen en común que son limitantes. Las reacciones de estas personas ante el estímulo fóbico tienden a ser desproporcionadas, pudiendo llegar a bloquear a la persona. Ante la situación temida pueden aparecer toda una serie de respuestas físicas como pueden ser sudoración, cierta taquicardia, diarrea, respiración acelerada, entre otras. Ante lo que interpreta como un peligro, es tal el miedo que experimenta que no controla su reacción. En ellos aparecen constantemente ideas catastróficas, por ejemplo en la fobia a volar en el avión la fantasía recurrente de estrellarse. Todo este ideario asociado de desastres habrá que desmontarlo, ya que es fuente de ansiedad en cual se sustenta y alimenta el miedo. En algunos casos, los tratamientos precisan ayudas farmacológicas, destinados a reducir los estados de ansiedad que, junto a la psicoterapia, hacen una fuerte alianza en los casos más recalcitrantes al cambio y a la sanación. Las técnicas de abordaje son diversas. Entre ellas destacaremos la desensibilización sistemática que consiste a grandes rasgos en que la persona vaya asociando el elemento que le atemoriza con la relajación, diluyéndose de esta manera las respuestas ansiosas. Habrá que ir haciéndolo de forma progresiva, esto es, partiremos de la situación en la que se siente menos ansiedad ante el elemento temido asociándolo siempre a estados de relajación e iremos escalando hasta lo que le provoque al cliente la mayor sensación pánico. Podremos hacerlo de forma imaginaria o en vivo.

*PSICÓLOGO

wladimiropareja@gmail.com