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País desalmado – Por Román Delgado

   

Ocurrió estos días, incluso hace menos de 48 horas. Me hallaba más solo que la una en una terraza del centro de la ciudad (aunque no a la una, sino sobre las nueve de la noche) cuando alguien, un casi desconocido, se acercó a mi aposento público encima de la acera rústica y, tras un pequeño dislate de cosas y manías, me dijo pegadito al oído, muy despacito y con apagada sonoridad, aunque con reiterada advertencia de que el mensaje no era de consumo masivo, que él, un enorme seguidor del fútbol (y fíjate si eso ahora es importante, sobre todo por el empacho diario de goles), había apostado por que La Roja no pasaría de la primera fase del Mundial; poca pasta, muy poca, pero contra el equipo de todos. El resultado de lo que por su comportamiento nervioso parece que vivía como alta traición fue algo que sin duda le vino como anillo al dedo: una suculenta ganancia del 600% a cuenta de tal apuesta osada y cobarde. Ese personaje, que se acercaba y alejaba de mi posición de terraza birria, todo me lo comentó muy asustado y casi con cara de pecador, traidor, hereje; de no haber tenido la mejor idea al salirse, en busca de euros y sustento, de la pauta más ética y recta respecto a esta España y la que hasta hace nada era su representación internacional más divina. El pibe, aún no convencido de que su actitud de ir a por las perras hubiera sido la más adecuada, iba y venía en pocos metros y no me dejaba estar tranquilo por bocinazos y frenazos de vehículos asustados y enervados por tal baile sin avisar de la acera a la calzada y del asfalto al mosaico. Al fin, tras volver a justificar su hazaña sin mucha convicción ideológica, aunque sí fiduciaria, el muchacho cruzó hacia el lado de su casa y nadie lo atropelló, lo que me pareció el mayor de los milagros. A la misma hora, sólo unos minutos antes del relatado acontecimiento, la botella de cerveza todavía no había empezado a sudar con fuerza impulsada por calor tan raro. El hielo dominaba en el vidrio, y en las páginas abiertas de la prensa no había aterrizado la noticia de Unicef servida ese martes. Hoy [por ayer, miércoles], regresé al mismo lugar, abrí las planas de idéntica cabecera y allí estaba la noticia, grande, de la mordida del futbolista, y muy poco de esto que ahora les cuento sobre España y Unicef: “En los últimos 25 años, se han conseguido avances increíbles, pero los retos que quedan son enormes. Así lo refleja el informe La infancia en España 2014, que recoge datos preocupantes sobre la situación de los niños en este país, la pobreza y la desigualdad: el 27,5% de los niños españoles vive en riesgo de pobreza”. Sobre fracaso y abandono escolares, algo igual de malo: las variables están “por encima del 23%”.

Era miércoles a la misma hora del martes y el joven no apareció por allí. Tampoco estaba el dinosaurio ni Monterroso. Verdad es que en ese mismo instante el fútbol se daba en abierto y seguro que participaba el de la mordida o alguno de sus iguales. La cerveza se había calentado a toda prisa y ello invitaba a salir pitando. El de la moto había llegado. Ya tocaba hacer otra escala.

@gromandelgadog