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¿Podemos o no Podemos? – Por María Fresno

   

En las últimas semanas no se ha parado de hablar del fenómeno Podemos. Pablo Iglesias con sus críticas a la casta política ha pasado de tertuliano cañero a las primeras portadas de los periódicos de manera fulminante. Y no es para menos, con un presupuesto infinitamente menor que el de los grandes partidos y sin relevancia en los medios, ha conseguido la friolera de 1.245.948 votos. Sin esfuerzo. Sin mover un dedo. Solo él. En unas elecciones europeas, muy alejadas del territorio español. Sin embargo, sin quitarle mérito, no creo que Pablo Iglesias se merezca tanto éxito. Lo ha tenido muy fácil. El Gobierno lo está haciendo fatal. La oposición no existe ni se la espera a corto-medio plazo y le dice exactamente a la gente lo que quiere oir: Que los políticos [que por cierto ahora también lo es él] son unos corruptos, que los empresarios son unos explotadores, que los bancos se quedan con nuestro dinero y que Europa nos ha metido en el agujero en el que estamos. Muy fácil. Yo no voy a entrar en la batalla de descrédito que hay contra Podemos y su líder. Ni siquiera en su ideología, si es de izquierda o de extrema izquierda, si simpatiza con Venezuela o con Bolivia. Yo voy a hablar de lo que propone, porque aunque sé que los ciudadanos no se leen los programas electorales de los partidos, éstos son su ADN, su manual de instrucciones. Las de Podemos son propuestas sencillas e incluso coherentes, por ejemplo la persecución del fraude fiscal o la inversión en I+D. Sin embargo, hay otras que si se leen de manera razonable, pasado el cabreo, entenderíamos claramente que son ilusionistas, pura utopía. Por ejemplo, la prohibición de despedir a las empresas que tengan beneficios supondrán menos contrataciones, porque los empresarios no se atreverán a contratar si no hay seguridad. Las jubilaciones a los 60 años sería fantástico, pero ¿cómo piensa pagarlo? La eliminación de las empresas de trabajo temporal, sobre todo en una región como Canarias eminentemente turística, sería un auténtico desastre. Limitar los salarios máximos puede suponer una buena fórmula para no sólo espantar el talento, tanto que queremos rescatarlo, sino me gustaría saber qué ocurriría con la liga de fútbol. No creo que Messi juegue en España por 60.000 euros anuales (entre 6 y 8 veces el SMI que es lo que proponen), eso sin contar lo que Hacienda dejaría de recaudar vía IRPF. Éstas son solo algunas de las propuestas. Hay muchas más. El voto de castigo está más que justificado, pero hay que tener en cuenta que en este caso también se vota utopía.

@MariaFresno72