Luis entendió su compromiso con la vida de otra manera. Juró fielmente cumplir con sus obligaciones militares. Asà lo hizo. Acató las órdenes como parte de su trabajo y su deber, pero entendió que la obediencia no significaba mirar a otro lado. Fueron muchas las verdades que se escondÃan debajo de la mesa, demasiados los agravios. Eso no era guardar y hacer guardar la Constitución. La corrupción y el abuso no podÃan formar parte del juramento. Apartar la vista y callar estaba por encima de los lÃmites que un puesto podÃa representar. Los encargados de mantener el sistema han de intervenir si este se adultera, máxime si su grado de responsabilidad va con el cargo que representan. Asà comprendió su papel Luis y obró en consecuencia. Denunció la realidad en repetidas ocasiones ante las autoridades; obtuvo silencio y vacÃo por respuesta. A nadie le interesó lo que decÃa, demasiados nombres implicados. Estos asuntos no preocupan, los poderes polÃticos y militares pactaron acuerdos tácitos en la transición, era la mejor manera de tener controlados los asuntos de estado, de vivir en armonÃa, asà cada uno podrÃa hacer su saqueo particular. La jerarquÃa se encargó de mantener los estatus y tener al personal contento.
Hoy intentan sostener la misma puesta en escena, dispuestos a violar derechos en beneficio de unos pocos. Al final pagan los de siempre, sufren los mismos. El poder es goloso y los galones soberbios. En ciertos ámbitos, la vida se rige a base de fuerza y opresión. Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido, pese a todo, ha seguido adelante. Con determinación ha decido poner voz a tantos silencios. Ha escrito Un paso al frente, destapando las miserias del Ejército Español en una novela que transita entre la realidad y la ficción. No ha sentado bien. A las castas militares les corroe esta libertad de expresión y ejercerán todo su control para castigar la traición. Le han dicho que los trapos sucios se lavan en casa, que no es otra cosa que tapiar las verdades y seguir igual. Él continúa decidido, pese que pagará con prisión su deslealtad. Se agarra a un corazón fuerte y a tantos que lo apoyan. Camina seguro levantando la cabeza y mirando a los ojos a su interlocutor. No cesará. Otros continuarán callando en sus casas, en sus centros escolares, en iglesias y ayuntamientos, en gobiernos o en la comunidad de vecinos, no levantarán la mano, ni alazarán la voz vÃctimas de su propia cobardÃa y egoÃsmo. Allá ellos y sus conciencias. Yo hoy he encontrado una razón más para seguir luchando. Hoy, yo también soy Luis.