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Ver y aprender – Por Leopoldo Fernández

   

Nada enriquece tanto como viajar. Con razón se dice que abre la mente y ensancha el espíritu, despierta la capacidad de observación y sirve para ajustar la imaginación a la realidad. Así puedo comprobarlo estos días en que ando, como turista ocasional, por tierras andaluzas, entre el Puerto de Santa María, Sanlúcar, Jerez, Marbella y esos inigualables pueblos blancos -desde Arcos a Ubrique, desde Setenil a Grazalema, desde Casares a Alcalá-, perdidos unos entre desafiantes serranías y paisajes de ensueño, incrustados otros, a modo de nacimientos navideños, en parques, espacios protegidos y parajes de gran belleza. El especial cuidado del medio ambiente es una de las notas distintivas de esta Andalucía turística. Se advierte incluso en el medio urbano, en la limpieza de calles y plazas, la ausencia de pintadas, la peatonalización, la elección del mobiliario -hasta en el modelo de losetas y su comodidad para el caminante-, la proliferación de masas vegetales, sobre todo flores, lo mismo en columnas verticales que en macetas de suelo o aéreas, colgadas de postes de luz o pilares específicos. Se trata de aprovechar las potencialidades del clima, las grandes extensiones de espacio público -uno de los mayores problemas de Canarias, por su escasez- y el mejor diseño de proyectos y ampliaciones de obras, pensados prioritariamente para uso y disfrute de los ciudadanos.

Con un clima más benigno que el de la Costa del Sol, bien podría aprovecharse en Tenerife para inundar de flores y zonas verdes los espacios hoy yermos. Autopistas y autovías se separan aquí mediante masas de flores, adelfas principalmente, y arbolado autóctono a lo largo de la vía, lo que otorga a ésta un atractivo singular. Lo mismo puede decirse de la abundancia de paseos marítimos cuidadísimos y de la especial atención que se presta a los discapacitados a la hora de facilitarles accesos y utilidades para su mejor desenvolvimiento en playas, parques, calles y lugares de uso comunitario en la Costa del Sol. Lo que, junto a recorridos urbanos a pie marcados en el suelo, según tipo, por líneas de colores, contribuye a potenciar su oferta turística. Como decía al principio, viajando se aprende. Deberían hacerlo más nuestras autoridades para rebajar la sobredosis de ombliguismo ramplón.