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Constitución y democracia – Por Ramiro Cuende Tascón

   

En España, estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, podríamos ver de hacer las cosas con otros modos. Me refiero a que en vez de liarnos cada equis tiempo al mamporro limpio y a las alegres y execrables luchas intestinas, la mayor de las veces basadas en falsas verdades sobre la historia, que este país padece, y disfruta -hay a quienes les gusta el mandoble-, desde que desalojamos a los árabes y a los judíos de esta tierra tan nuestra, podríamos también pensar.

Desde la Pepa, la Constitución de Cádiz de 1812, hasta nuestros días los españoles, y van más de dos siglos, hemos entendido lo constitucional como algo inamovible. Nuestro tradicional catolicismo y nuestras ancestrales desconfianzas nos hace ver la Carta Magna como si de los diez mandamientos se tratara.
¿Recuerda al arzobispo de Toledo y presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia, cardenal Marcelo González Martín cuando presentó a la prensa el texto unificado del ordinario de la misa para los 22 países de habla española, en un acto que se celebró en la sede de la Conferencia Episcopal en Madrid? En aquel acto, el cardenal de Toledo señaló que no se trataba de una reforma de la misa, sino de unificar las expresiones para la parte fija del ritual, como el canon, el padrenuestro y el credo. Ellos reforman el Padrenuestro, con pequeños cambios, que “son muy gratos al oído”.

En Alemania desde 1949, la Ley Fundamental ha sido modificada 54 veces. Entre las reformas más importantes se encuentran: el servicio militar obligatorio; la reorganización del derecho constitucional financiero. Los años noventa fueron caracterizados por la unificación de los dos estados alemanes. En el año 2006, en la llamada Reforma Federal, se hicieron las reformas más grandes en la historia de su constitución reorganizando las competencias entre el Estado federal y los estados federados. Como vemos, todo cabe en las democracias vivas y móviles.

La nuestra lo es, si bien nos quedan por hacer ajustes importantes que quedaron sobre la mesa, digamos aplazados. Veníamos, no lo olvidemos, de donde llegábamos. Y, como hemos ganado el día de hoy, deberíamos desempolvarnos y reconsiderar cosas sin el miedo ancestral a la sotana.

Constitucionalismo, democracia y movimiento, van de la mano, no sobreviven al estatismo ¡Practiquémoslo!