El 15 de julio de 2011 fue una noche aciaga para Santa Cruz de La Palma. Ese día se fundía en negro por última vez el único cine que quedaba en la capital palmera. Después de casi dos décadas abierto, Multicines Avenida se despedía, no sin antes haber dado la batalla frente a lo que parecía la crónica de una muerte anunciada. Esa noche nos juntamos varias decenas de personas, convocados por los trabajadores del Multicines a través de las redes sociales, en el bar anexo -hoy también cerrado- en forma de homenaje al séptimo arte, para ver la película Cinema Paradiso. Esta deliciosa cinta de Tornatore, que es un canto al cine y a la esperanza, reconfortó una pérdida que, entonces, creía irreparable. Lamentablemente, no es un problema exclusivo de Santa Cruz de La Palma el hecho de que las ciudades pierdan sus salas de proyecciones. De aquella noche, además de la película, recuerdo sobre todo el gesto de Fernando Tena, el alma del Avenida, invitando al público con las últimas cotufas que se servirían en el cine. Un gesto que describe a un ser entrañable, atento y entusiasta aún en los tiempos más difíciles. Afortunadamente me equivoqué en mi pronóstico pesimista y ha sido el propio Fernando Tena, junto con otro socio, quien va a devolver el cine a Santa Cruz de La Palma, a través de una aventura empresarial que ha consistido en la remodelación del Teatro Chico para convertirlo en sala de proyecciones.
Un riesgo que asumen en tiempos donde las descargas en internet están ganando la batalla a la gran pantalla. Tranquiliza saber que detrás de ello no hay una mera postura romántica, sino una visión más empresarial, lo que puede dar una garantía mayor de acertar con la iniciativa. Aunque también estoy convencido de que tras esta propuesta de Fernando Tena hay un doble amor: al cine y a Santa Cruz de La Palma. De verdad que les deseo toda la suerte del mundo porque se lo merecen. El riesgo y el compromiso que han asumido debe recibir el calor y la acogida que se han ganado. Porque me consta que han hecho un proyecto con carño, el mismo con el que Fernando nos brindó las cotufas y aquel que el viejo proyeccionista de Cinema Paradios, Alfredo, encarnado por un sublime Philippe Noiret, recomendaba al hijo que nunca tuvo, Totó: “Hagas lo que hagas, ámalo, como amabas la cabina del Paradiso cuando eras niño”.