Jamás he podido comprender por qué las farmacias se tienen que abrir a cuentagotas y según va decidiendo la Administración pública. Si puedes abrir una churrerÃa o un bar o un restaurante o una guarderÃa allà donde te dé la gana, siempre que cumplas una determinada serie de condiciones sanitarias y de seguridad, ¿por qué en el caso de las farmacias no ocurre lo mismo? ¿Y por qué un ciudadano para transportar a otro y cobrarle por ello tiene que darse de alta en un registro, comprar una licencia que vale la yema de uno y la clara del otro y pintar su coche de colorines? Internet ha venido al mundo para cambiarlo, de la mano de los teléfonos y las tablets. Resulta patético ver al gran oso del Estado intentando tapar, hasta con el culo pelado, las vÃas de agua que se le están abriendo en su osificada manera de administrar los privilegios. Hace unos dÃas la patronal del turismo disparaba una andanada de alarma contra los portales que agrupaban y concentraban la información de viviendas particulares para alquilar. A su juicio se trata de una competencia desleal para el negocio de los hoteles y apartamentos turÃsticos. También las empresas de coches compartidos empiezan a dar trabajo a miles de personas que escapan al control de Hacienda y compiten con los taxistas.
El Estado fiscal es un vampiro que quiere sorber unas gotas de sangre de cualquier transacción económica que hacen sus súbditos, asà que esta nueva forma de economÃa sumergida ha disparado todas las alarmas. Y los taxistas, clavados a impuestos, la han liado parda contra lo que consideran el principio del fin de su negocio. El problema es que va a ser difÃcil ponerle puertas al campo. Si una persona está dispuesta a alquilar una casa de su propiedad o poner su coche particular al servicio del transporte de otra persona que va a realizar un trayecto, no habrá manera humana de impedirlo. Eso, de forma aislada, es lo que ha ocurrido siempre. Pero cuando miles de demandantes pueden encontrar respuesta a sus necesidades en un lugar donde se concentran cientos de ofertas… entonces estamos entrando en una nueva dimensión del mercado gracias a la red. La respuesta de los negocios tradicionales, desde luego, no será impedir lo que no se puede impedir. Será adaptarse a los nuevos tiempos y competir ofreciendo más calidad y mejores condiciones. Adaptarse. O, me temo, morir.