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Segunda vuelta РPor Andr̩s Aberasturi

   

El Ejecutivo prepara, en nombre de la regeneración democrática, una nueva ley por la que gobiernen los ayuntamientos los partidos más votados. Eso, dicho en plan resumen; quieren que los ciudadanos decidan quién va a ser su alcalde y que esa decisión no se pueda cambiar mediante pactos post electorales. Y es lógica esta preocupación del PP por dos razones: la primera porque tal y como han ido las cosas hasta ahora, o ganaban por mayoría absoluta o la coalición PSOE-IU les dejaba fuera del poder. La segunda razón es la que se avecina: si al PSOE más IU se añade Podemos -según las encuestas- el PP perdería una cantidad importante de municipios aún teniendo mayoría en todos ellos. Y esto, si bien no parece demasiado justo, no se puede decir que no sea democrático en un país como el nuestro que nunca ha sabido nada de segundas vueltas aunque el PSOE contemplara esta posibilidad sin llevarla a cabo.

Las razones para amparar este posible cambio en el generoso paraguas de la regeneración democrática, es obvia: gobierna el partido que más votos tenga para así cumplir la voluntad mayoritaria expresada en las urnas. Pero la razón en contra también sería obvia: gobiernan en coalición y puestos de acuerdo los partidos que -juntos- sumen más votos que el partido más votado. Pero aunque las intenciones sean válidas, la realidad se va a imponer sobre esa posible ley de elección directa del alcalde. Y la realidad es que los partidos en la oposición harían imposible el gobierno de la mayoría minoritaria. La única solución a este desbarajuste es la que proponía y nunca cumplió el propio PSOE: la segunda vuelta que reduciría la amalgama de siglas. ¿Lo aceptará el Gobierno del PP? ¿Lo seguirá defendiendo esta nueva oposición del PSOE? He ahí la cuestión.

Lo que no parece tener ningún sentido -y así lo demuestra la experiencia- es hacer lo que sea con quien sea con tal de que no gobierne el más votado. Aquí se han dado pactos entre tres partidos (el tripartito catalán) y hasta de cinco formaciones como ocurrió en un esperpéntico gobierno de Baleares. El problema del PP es que no tiene quien le quiera porque a Rajoy le pasa con Rosa Díez lo mismo que le pasaba a Felipe González con Anguita: le saca de sus casillas. Pero el PSOE debe también pensar con quién se junta lo mismo que los que quieran apuntarse al carro del PSOE tendrán que pensar el precio que pueden pagar. En Andalucía con el tema de los EREs y los Gordillos asaltando -ejemplarmente, eso sí- supermercados, la cosa se ha puesto chunga. Y si entra en juego Podemos, ni te cuento. Lo mejor para todos sería la segunda vuelta, pero dudo mucho que este PSOE siga defendiendo esa posibilidad. Entre las primarias de ahora sí y ahora no y las votaciones en malas compañías en el Parlamento Europeo, yo, de entrada, no me fiaría mucho.