En busca de la diosa blanca

Amando Díaz Trujillo asegura que no es la primera vez que se enfrentará a una situación complicada en la montaña. | DA

GABRIELA GULESSERIAN | Puerto de la Cruz

Cuenta la leyenda que en la cima del Mont Blanc existía un reino encantado en el que habitaba la reina de las hadas, la “diosa blanca”, que vivía en prados verdes e hilaba el destino de los habitantes del valle. Según las creencias de la época, estas entidades divinas debían ser respetadas ya que las cumbres emitían una fuerza sobrenatural, que guiaba a los hombres sin que ellos lo supieran y cuya influencia podía ser buena o mala, según los casos.

Quizás atraídos por esta fuerza sobrenatural, por ser el momento tanto físico como mental para hacerlo, o simplemente por ese deseo inexplicable de subir una montaña “que está ahí y te invita”, dos vecinos de Icod de los Vinos y Santa Úrsula, Héctor Carlos Hernández y Amando Díaz Trujillo, respectivamente, intentarán el próximo mes coronar la cima más alta de Los Alpes, conocida hace siglos atrás como la montaña maldita porque se decía que en tiempos remotos había sido lugar de encuentro de muchas bestias.

Lo cierto es que se trata de una de las cimas más peligrosas de alcanzar debido a los glaciares, las grietas, piedras que hay que esquivar en un punto concreto conocido como La Bolera, y los cambios bruscos de temperatura, con el consiguiente peligro de avalanchas. Entre los datos más escalofriantes, subrayan, cuenta con 130 desaparecidos y más de 90 personas han fallecido desde la década de los 90. Aún así, estos dos amantes del montañismo quieren intentarlo y para conseguirlo se preparan desde hace tiempo.

El primer obstáculo al que se enfrentaron es la parte económica, dado que es muy costoso estar allí y por lo tanto, resulta imposible de contar con un guía ni permanecer más tiempo que “el justo”, confiando en poder llegar a la cima en el primer intento.

Lo cierto es que no es la primera vez que ambos se enfrentan a una situación complicada en la montaña. Su máximo reto fue llegar al Kilimanjaro en febrero de 2012, donde el fuerte frío y el viento se les volvieron en contra y aún así, lo lograron.

Pero en esta ocasión tienen claro que “darán todo lo que puedan” pero no van a jugarse la vida, porque es una expedición que pueden organizarla otra vez. “El glaciar impone, así que si la cosa se pone fea, nos daremos la vuelta”, coinciden.

Esperan tener suerte, dado que finalmente “es la montaña la que decide”. Pero en caso de que la fuerza sobrenatural que existe en su interior no los guiara como ellos esperan, dejarán la bandera de Canarias en la puerta del refugio y dirán “hasta aquí llegamos” con el orgullo de, al menos, haberlo intentado.