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Miguel y un monstruo – Por Carmelo J. Pérez Hernández

   

En apenas una semana, en las páginas de este mismo periódico han convivido historias sobre lo mejor y lo peor de nuestra raza. La actualidad es reflejo del espacio donde la vida y la muerte se miran a los ojos, recaudando cada una su cupo de humanos. De un lado, el padre Miguel ha pasado del más feroz anonimato a protagonizar la más intensa actualidad. El religioso de San Juan de Dios es el primer europeo repatriado tras haberse infectado de ébola. “Pues claro que ha valido la pena cuidar al director de mi hospital hasta que murió”, sentenció cuando le preguntaron por la causa de su contagio. El padre Miguel no es un suicida: unos análisis mal hechos en un país donde casi todo se hace mal le aseguraban que el maldito bicho no había puesto su casa en el cuerpo de su compañero. Por eso se quedó junto a él, mano con mano, confortándolo y dándole de comer a la búsqueda de una recuperación que nunca llegó. Así, con la ternura que sólo se gasta entre quienes han librado tantas batallas juntos y juntos se han reído de tantas dificultades.

Pero esta vez no pudo ser. El compañero murió y el padre Miguel recibió como herencia envenenada una condena que ahora navega por su sangre y pugna por ir comiéndoselo por dentro poco a poco. En medio de esta batalla sin un mañana cierto, Miguel dejó bien claro que no saldría del país sin sus compañeras religiosas, también enfermas. Los generosos no están acostumbrados a la mezquindad de los poderosos, no entienden de plazas disponibles en un avión, ni de nacionalidades, ni de trabas burocráticas, ni de color de la piel. Ni de sálvese quien pueda. Finalmente, lo embarcaron casi inconsciente en un contenedor plástico con forma de ataúd. Demasiado poco espacio para albergar un corazón inmenso que ya sólo sabe latir al ritmo de África, la bella tierra, su esposa fértil, a la que consagró más de 50 años de su vida. En la otra esquina de la vida se sienta el matrimonio australiano que abandonó a un niño con síndrome de Down tras haber encargado la gestación a una madre de alquiler. Se llevaron, eso sí, a su hermana gemela, en buen estado de salud. Para el pequeño Gammy, ni un bote de leche. Hemos sabido luego que el individuo que reniega del pequeño ha estado condenado por abuso de menores. Vamos, todo un cuadro.

Limpieza y suciedad. Razones para seguir esperando y motivos para renunciar a la espera. Blanco y negro. Verdad y mentira. Eso hemos visto esta semana. Eso somos los seres humanos. Nos toca elegir y, por mucho que nos asqueen algunas conductas, nunca sabremos quiénes somos verdaderamente hasta que nos enfrentemos al trance de tener que decidir entre vida y muerte con todas sus consecuencias.

Nuestra fe nos enseña a amar con hondura la vida y a los vivos. Nos entrenamos cada día eligiendo lo mejor, lo que más se parece a Dios. “Por sus frutos los conoceréis”, sentencia el Señor. Un padre Miguel y un monstruo pugnan por triunfar en nosotros. “No nos admires, imítanos”, fue el mensaje de los misioneros hace algunos años. Con eso me quedo.

@karmelojph