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Soliloquios>

Te echo de menos – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Decidió que no, y, fue que no, por sus piojos. Estos últimos cincuenta y ocho días he pensado, uno tras otro en la estupidez humana, en el intangible valor del cariño desvalijado, y, en la dura duda. El pasado domingo me la recordó Javier Cercas, en uno de sus magistrales artículos, con la respuesta kafkiana a un joven dubitativo: “Hagas lo que hagas, te arrepentirás”. Coincidimos. En agosto vivo en Macondo, un homenaje. Sueños, mar, ciénagas, ríos, aguas; dulces, gaseadas, saladas, colonias y otras. A lo lejos, casas blancas, a veces alguna que otra montaña roja o colorida, un faro imparable que marca los tiempos de la noche, por el día los marcan las mareas, viento a raudales, ocio, dominó, gente, poca trascendencia, pláticas de esto, abundante intrascendencia, pláticas de aquello. Siestas soñadas por todos, da igual dónde, da igual cómo, no da igual con quién, pero son vitales. Tiempos locos, los primeros días de agosto. La gente deambula cariacontecida tras lograr la gran aspiración de tener tiempo libre, dos o tres jornadas, no más, sin saber qué hacer. Tras lograr el, cada año, anual sueño de tener tiempo que dedicar al propio goce. Lapso del año multicompartido, similar al de la semana santa y al de la navidad, pero más grande y con menos ropa. Atrás queda el trabajo, de tenerlo -siempre presente-, gran parte de la responsabilidad, y, los despertadores. El mes de Octavio Augusto es singular por sus olivinos o peridotos granujientos y sus gladiolos, personajes que destilan optimismo, al margen de la procesión que va por dentro. Los primeros embarrados entre cañas, tintos y tontos de verano, sangrías y otros mejunjes al uso, despilfarran su temporal fortuna, eso sí, hablando alto como con mucha seguridad. Sus chicas, de su propiedad, en la playa con los churumbeles, rodeadas de observantes y galantes gladíolos con sus libros a cuestas. Respecto a lo del optimismo, y la importancia de las actitudes positivas a la hora de encarar la vida, este verano me he visto en la necesidad de repasar un libro que me regaló un amigo. En él, El hombre en busca de sentido, Victor Frankl expone con maestría la profunda capacidad del ser humano para resistir a la adversidad. Ser optimista, dicen, genera beneficios físicos, psicológicos e incluso económicos. Aliados unidos como el coraje, las ganas, la confianza, la pasión, o el entusiasmo son capaces de ayudarnos a vivir. Aristóteles habló del ocio y de su importancia. En fin, agosto.