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El atracador de 25 de Julio asaltó en su fuga cinco taxis y una motocicleta

   

GRAFICOTINERFE FUMERO | Santa Cruz de Tenerife

Un cuchillo de sierra de unos 40 centímetros de hoja, un arma reglamentaria, un delincuente con antecedentes televisados, un policía de paisano, un militar, dos vecinos, un farmacéutico, una niña, una joven motorista y cinco taxistas. Son los protagonistas de un increíble suceso que se prolongó durante la media hora que transcurrió desde la una de la tarde del pasado lunes a la una y media, y que tuvo como escenario unas calles ubicadas en pleno corazón de Santa Cruz de Tenerife, junto al Parque García Sanabria y prácticamente al lado de dos centros educativos de las dimensiones y la historia que atesoran tanto el Hispano Inglés como la Pureza. Gracias al testimonio facilitado por varios de los protagonistas (especialmente el santacrucero Ignacio -nombre simulado- y el farmacéutico Raúl) y la información captada por vías extraoficiales, DIARIO DE AVISOS reconstruye para sus lectores con todo detalle la secuencia de un atraco a plena luz del día, en una fuga alocada marcada por la violencia y felizmente frustrada. Sirva como resumen inicial que el atracador de la farmacia ubicada en la avenida de 25 de julio (la llamada Pino del Oro y no la de la Plaza de los Patos, como se informó ayer por error) es el mismo que hace una semana hizo lo propio en la del puente Zurita, un robo grabado por cámaras de vigilancia cuyas imágenes han sido televisadas profusamente en toda Canarias. Otro titular llamativo es que, durante su escapada, el delincuente asaltó hasta cinco taxis y robó la motocicleta a una vecina, todo ello en balde por el empeño de sus captores. También es sabido que este varón, de 40 años de edad, se encontraba en busca y captura después de no regresar a la cárcel tras un permiso.

Atraco y fuga
Es la una de la tarde y el ladrón irrumpe en la farmacia. Registra una caja que resulta estar vacía y, ante la aparición de un farmacéutico, lo amenaza con el cuchillo y vacía la otra caja, de la que se lleva unos 400 euros. Es el mismo procedimiento del puente Zurita, aunque el cuchillo ahora es de sierra y el ladrón se ha teñido de rubio. Eso sí, su cicatriz del cogote es inconfundible.

Tras huir calle arriba y correr por Enrique Wolfson, baja por Numancia, siempre perseguido por otro farmacéutico, Raúl. En la esquina se revuelve con el cuchillo para que desista. En el cruce intenta meterse en un taxi, que lo esquiva. Logra introducirse en un segundo, pero Raúl forcejea con él y se lo impide.

Cruzan por el Kiosko Numancia. Raúl da la alerta: “¡Al ladrón!”. Además de los trabajadores, hay cuatro personas: Dos vecinos (a uno lo llamaremos Ignacio), un policía de paisano que saca su arma de una riñonera y una niña sola. El ladrón se mete en el parque: ahora le persiguen cuatro personas. Intenta esquivarlos en la gran fuente junto al tablero gigante de ajedrez y, tras varios escarceos, sale del parque por Numancia. Allí, en el episodio más violento, pone el cuchillo en el cuello de un taxista y hasta pisa varias veces el acelerador. El agente rompe un cortavientos con su arma por la ventana del conductor mientras Ignacio lo agarra de espaldas por la del copiloto y aprovecha la posición para retorcerle el brazo y arrebatarle el cuchillo.

Pero el ladrón es corpulento: mide cerca de 1,90 y se le notan las horas de gimnasio taleguero. Se zafa una vez más y remonta hasta el cruce de 25 de Julio, donde le da el susto de su vida a una joven a la que descabalga. Cuando va a arrancar la moto, sus perseguidores (siguen Ignacio y el policía, pronto se les suma un militar) lo desmontan.

Irredento, se levanta y baja hasta la Plaza de los Patos, donde lo intenta con su cuarto taxi, cuyo conductor escucha las voces de alarma de los perseguidores y arranca de inmediato.

Llega un quinto taxi: el definitivo. Se para y el fugitivo se introduce parcialmente en el vehículo, pero el taxista oye los gritos y acelera, arrastrándolo durante unos metros de la rotonda. Al frenar, el militar e Ignacio lo agarran con fuerza a través de la ventanilla. Entre ellos y el policía logran reducirlo en el suelo. Es la una y media de la tarde en pleno corazón de Santa Cruz.