X
nombre y apellido >

Carmen Muruve – Por Luis Ortega

   

Ahora en el marco de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, vuelve Carmen Muruve con sus “pinturas de paisaje o país”, título que la historiografía del arte dio a este género que, redimido de viejas dependencias – telón de fondo o complemento circunstancial de la figura humana o documentación de espacios de interés – emergió autónomo y se revela hoy con inusitado vigor en todos los frentes plásticos. Hablé de misterio y magia en los bodegones de la pintora porque, en su académica humildad, en su absoluta sencillez, daban pistas del tiempo de factura y claves para un minimalismo diferente y nada prosaico. A propósito de sus primeras visiones urbanas -antología de arquitecturas campesinas y ciudadanas que resumen el ayer y el hoy de su entorno- usé el término de intimidad que, de entrada, parece difícil conciliar con la naturaleza dominada por el hombre y las obras para uso humano. Estamos ante una creadora que, sin justificaciones apriorísticas o explicaciones posteriores, demuestra que la vigencia de cualquier variedad pictórica está en la convicción con la que se afronta y en la seguridad que proporcionan el talento y la investigación para no traicionar, en ningún sentido, el propósito. Cualquiera diría que en esta hermosa colección de planos se resumen todas las interpretaciones que, con más o menos acierto, se adjudicaron al paisajismo en tanto respondiera a la imaginación o la reproducción, a la decisión transformadora que enriquece las estampas o a composiciones precisas que, incluso mejoradas, piden a gritos el topónimo. Murube ha logrado en dos docenas de cuadros un catálogo simbólico que define, con encuadres magistrales y gestos determinantes, la realidad insular, tanto en ángulos monumentales de La Laguna como en señas marineras de rotunda originalidad. En la personalísima búsqueda y feliz hallazgo de las geografías, a través de sus elementos más representativos y de mejores sugestiones, nos propone también la comprensión de nosotros mismos en tanto en cuanto somos parte de las mismas. La doble condición con la que se enfrenta a diario con el arte -docente eficaz y creadora libérrima- lejos de ser un hándicap se muestra como un plus que favorece la comunicación y que, en cada asunto, impone el lenguaje y la técnica oportunas y que, en cualquier caso, refleja su reconocible estilo, su vasta formación, su perfeccionismo sin trucos, su sensibilidad sin asideros y, lo más importante, su elegancia y buen gusto, virtudes que aprovechados practicantes y marchantes interesados, han alejado de la pintura.