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Dimisionarios – Por Claudio Andrada

   

Me parece sumamente curioso que cuando dimite un ministro, al parecer da lo mismo del partido que sea, enseguida encuentra otra ocupación, normalmente simbólica, por la que le pagan habitualmente más de lo que cobraba cuando estaba en activo. Y sigue manteniendo ciertos privilegios (en muchos de los casos los mismos: coche oficial, secretario/a, etc.) con el apoyo público de todas sus señorías, que en el momento en que dimite glosan una serie de cualidades y cantan un cúmulo de virtudes del dimisionario que uno se pregunta: ¿si era tan bueno, cómo lo han dejado irse? Pero este sentido común, que como diría la sentencia “el menos común de los sentidos”, parece que no llega a esa parte de los representantes de la ciudadanía. Porque si no son una clase aparte, ¿cómo es que existen tantas diferencias cuando le ocurre lo mismo a cualquier otro trabajador? Seamos concretos. Si despiden a un empleado, y si se dan las circunstancias de que es mayor de 45 años (un 90% de la edad media de los representantes públicos), su sector económico está en crisis (esta forma de hacer política está en crisis, ¿alguien lo duda aún?) o carece de titulación, la posibilidad de encontrar un empleo puede darse por perdida. No ayudan en nada ni el abaratamiento del despido ni los contratos a tiempo parcial aplaudidos a rabiar por la patronal (saben que contratan por cuatro y trabajan ocho horas o más). Entonces, ¿cómo es posible que quienes son nuestros representantes representen tan mal las condiciones de quienes los elegimos? Debieran tener derecho a una indemnización como cualquier trabajador (20 días por año y un máximo de 12 anualidades) e ingresar en la lista del paro como cualquier hijo de vecino; eso sí, con el máximo previsto por la ley (reforma laboral) que ellos mismos aprobaron (unos 1.345 €/mes) y dos años, prorrogables con una ayuda de 426€/mes por un tiempo limitado. Pero va a ser que no. El infumable dimisionario de Gallardón ya es miembro del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid nada más dimitir, por lo que cobrará unos 8.500 €/mes. En estos casos, se me queda cara de idiota y, sinceramente, puede que lo sea. Esta suficiencia con la que pasean sus pomposos cuerpos frente al resto de los mortales no habla muy bien de ellos, pero muchísimo peor de nosotros, que pudiendo cambiar el estado de las cosas nos parece normal que así sea.

claudioandrada1959@gmail.com