X
tribuna >

El final de la fiesta del caciquismo – Por Rubens Ascanio Gómez

   

No nos debe sorprender la voluntad del cacique de perpetuarse, parece que la vida le va en ello. Hace unas pocas generaciones buscaba este fin persiguiendo a las criadas para plantar su “semilla” o a base de meterle el miedo en el cuerpo a las personas que le servían, ahora, estos caciques del siglo XXI prefieren las urnas para ejercer un poder absoluto, pero aparentemente moderno. Un poder que les da un control total y totalitario de la vida de la ciudadanía, remarcado con la costumbre enfermiza de señalar con sus nombres o los de sus amigos los espacios públicos, e incluso mejor, ocupar todas las celebraciones populares para hacerse con ellas, para instrumentalizarlas a su interés y el de su abundante prole política.

No es nuevo este uso de las fiestas para la promoción, los viejos poderes del imperio romano ya se encargaban de dejar bien claro quién pagaba el circo y el pan de la plebe. Ahora, con elegantes chaquetas y vestidos, en vez de togas, usan y abusan de las fiestas creadas y pensadas por el pueblo. Políticos y políticas en supuesto retiro o en activo se desgañitan hablando de las bellezas de barrios y pueblos en los que pocas veces han estado, lanzando promesas y alabanzas, solamente para ser vistos, para alcanzar a esa ciudadanía cada vez más escuálida, que se conforma con ver a su cacique de turno pasear del brazo de la reina de las fiestas o poder darle la manita antes de la procesión.

El uso enfermizo del poder lleva a creer que ninguna fiesta está completa sin la bendición del cacique, sin su visto bueno. Necesitan estar en el programa, en las galas, en las procesiones, en las comidas…en todo acto público y además de forma destacada, como “autoridades”, los que las pagan usando el dinero de toda la ciudadanía, nunca como simple gente y con la gente. La mayor paradoja es que la mayoría de las veces son las mismas autoridades que han acabado con las arcas municipales e insulares, que han gestionado la crisis que han dejado a miles de familias sin trabajo y sin casa. Esos personajes tan elegantes y con amplias sonrisas que han recorrido muchos pueblos u barrios este verano, pregoneros de fiestas o mantenedoras, son los que han dejado activamente al Cabildo en la ruina, como institución más endeudada de Canarias, o al Ayuntamiento de La Laguna con más de 105 millones de deuda.

Por suerte la ciudadanía quiere más, mucho más, no le basta con el besa manos anual y quieren hablar, opinar, decidir, cada día, ser sus propios gobernantes, organizarse. La fiesta del cacique parece que empieza a aguarse, ya era hora de conseguir alcanzar una verdadera fiesta de la mayoría.
CANDIDATO DE SÍ SE PUEDE AL AYUNTAMIENTO DE LA LAGUNA