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Una isla sin barreras – Por Carlos Alonso Rodríguez

   

Vivimos unos tiempos vertiginosos donde cambiar es una manera de vivir a la que hay que acostumbrarse. Apenas terminamos de aprender a hacer funcionar un teléfono y ya nos lo están cambiando por una nueva generación con mejores y más rápidas prestaciones. Este es el siglo de la conectividad, de las redes sociales, de la comunicación virtual y el conocimiento inmediato de lo que está pasando en cualquier parte del mundo. Parece que el tiempo pasa más rápido para lo bueno y para lo malo.

Somos hijos de una época difícil. Estamos viviendo cambios profundos en la España que conocíamos y en la Europa que soñábamos. Y existe una gran dosis de incertidumbre sobre lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Pero este tiempo es, en algunas cosas, maravilloso. Hemos vivido cambios fundamentales en una sociedad donde las cosas son más justas, más transparentes, más participativas. Hoy, todos los ciudadanos están mejor formados y mejor informados de las cosas que les afectan. Y eso produce que la sociedad sea un ente mucho más complejo, difícil y maravilloso.

El ser humano se distingue de los seres irracionales no sólo en su mecanismo de pensamiento. Tenemos grandes científicos -estos días los hemos tenido en Tenerife- capaces de explicarnos el origen del universo conocido y definir las reglas del modelo estándar de la física de partículas. Pero no es eso lo que nos hace mejores o superiores a los otros habitantes del planeta. Lo que hace más grande al ser humano es que es capaz de habilitar los mecanismos suficientes para que aquellos hombres y mujeres que sufren alguna alteración física o síquica puedan superarla y desarrollar su vida con absoluta normalidad. Todos tenemos ciertos límites, que podrían ser una frontera. Yo no podría competir con un atleta subiendo escaleras o saltando una valla. Si las aceras estuvieran hechas a la medida de la capacidad de salto de un atleta medio (un saltador de altura, por ejemplo) no podría saltarlas y cruzar las calles. Si para subir a mi despacho del Cabildo tuviera que ascender una escalera con mil peldaños, probablemente me quedaría a mitad de camino con insuficiencia respiratoria.

Quiero decir con esto que todos tenemos unos límites que no podemos sobrepasar. A veces esos límites son mentales, en un concepto erróneo de la normalidad porque la mayor discapacidad está en no darse cuenta de que somos iguales. Para una gran mayoría de ciudadanos, todo está hecho a la medida de unas capacidades que podemos superar. Pero de igual forma que hay una selecta minoría de personas más preparadas físicamente y que pueden hacer cosas que nosotros no podemos, existe otro colectivo que no puede hacer cosas que nosotros sí podemos. Y ellos tienen los mismos derechos ciudadanos que todos los demás. Una de las mejores cosas de esta sociedad es que ha empezado a pensar en todos y todas. Y ha producido cambios importantes.

El Cabildo de Tenerife ha sido distinguido por el comité español de representantes de personas con discapacidad (CERMI) con un galardón en la categoría de accesibilidad universal “por la política continuada y vigorosa de este poder local para hacer del territorio insular de Tenerife un entorno progresivamente más accesible e inclusivo, contando para ello con organizaciones representativas de la discapacidad”. De todos los galardones que ha recibido el Cabildo éste es,, sin duda, uno de los que más orgullosos nos sentimos en esta casa.

Ni el premio ni, lo que es más importante, el trabajo que hemos hecho en el terreno de la accesibilidad habrían sido posibles sin el esfuerzo y la inteligencia de Sinpromi. Veinte años de trabajo son la mejor prueba de que en el Cabildo siempre se ha tomado en serio el hecho de que la Isla es de todos y de todas. Sin excepción. Ser uno de los diez premiados en España nos llena de orgullo. Pero el verdadero premio es haber conseguido que Tenerife permita cada vez más que cualquiera de sus ciudadanos pueda moverse con libertad y sin barreras por su isla. Ese es el reto que nosotros hemos heredado y en el que seguimos trabajando junto a Sinpromi. Una isla para todos y para todas. Una isla sin barreras.

* PRESIDENTE DEL CABILDO DE TENERIFE