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Marcos Brito, el político incombustible – Por Salvador García Llanos

   

Que siete veces candidato a la alcaldía en representación de ATI-CC. En dos ocasiones accedió a ella previa interposición de una moción de censura, apoyada en ambas por el Partido Popular. La desempeñó durante trece de los últimos diecinueve años. A ello habría que sumar su etapa edilicia del régimen anterior y su alcaldía durante la Transición política, tras la enfermedad de Antonio Castro. Dicho así, sin otros añadidos de responsabilidades públicas, que las tuvo, se diría que Marcos Brito, políticamente hablando, era incombustible. Con todo lo bueno y malo que eso significa. Desde luego, es uno de los políticos con más tiempo de desempeño en el ámbito municipalista.

Desde que se afincó en el Puerto de la Cruz, tuvo en la docencia y en la política una doble gran causa a la que dedicar un quehacer casi indesmayable. En el tercer intento, cuando en su partido ya le daban por amortizado, hizo realidad una aspiración convertida en obsesión: acceder a la alcaldía. Después quiso hacerlo por la voluntad mayoritaria de los ciudadanos pero no hubo votos suficientes y en 2003 tuvo que volver a entenderse con el PP, el pacto natural, como solía decir.
Hombre de ideas fijas y convicciones firmes, procuró esmerarse en la gestión del día a día, en la resolución puntual de los problemas mediante criterios o medidas prácticas, aunque bordeasen la norma. Siempre concedió prioridad a esos asuntos, antes que los planteamientos ideológicos o participativos. Con ese modo de entender la política, o sea, con ese estilo muy unipersonal y acaparador, intransigente en las distancias cortas, discrepamos -a veces, frontalmente- en la relación política que mantuvimos. Son otros los que habrán de valorar si fue un antagonismo sano. Sin eufemismos ni mentiras piadosas, sin incurrir en lisonjas ni fingimientos oportunistas, hemos dicho lo mismo que en vida. Con un añadido: el respeto recíproco en lo personal y en lo familiar, hasta cultivarlo y hacerlo intocable. Quizá por eso nos hizo pregoneros en julio del año pasado. Una funcionaria, en cierta ocasión, comentó que Brito y un servidor solo teníamos dos cosas en común: las horas de trabajo que dedicábamos a la institución y la afición por el Real Madrid.

En el salón de plenos y en las actas de las sesiones quedan los debates y las controversias. También, haber compartido afanes inexpugnables, por el bien de una ciudad y de sus gentes. El Puerto le podía. El municipio, su obsesiva porfía desde que echara raíces. Adiós al político incombustible.

*EXALCALDE DE PUERTO DE LA CRUZ