X
domingo cristiano >

Personas a medio hacer – Por Carmelo J. Pérez

   

La época de las comunicaciones sociales tiene muchos aspectos positivos y algún que otro daño colateral que convierte en ruido lo que podría haber sido información. Eso ha sucedido en torno al sínodo extraordinario sobre la familia recientemente celebrado en Roma. Muchísimos se han quedado sólo con aquello de la comunión de los divorciados vueltos a casar, el trato a las personas gais, con las amenazas de romper la comunión eclesial que algunos psicóticos intentaron difundir o con esa tontería de que el Papa iba a cambiar la Iglesia radicalmente… En fin, majaderías.

Y es una pena porque, una vez más, algunos árboles han impedido ver el bosque. La mayor pérdida es que pocos hayan leído íntegramente el resumen de las discusiones de los obispos, ese documento que tuvieron que votar, punto por punto, al finalizar la reunión.

Es un texto de una hondura emocionante, un análisis sobre la situación de las personas, la sociedad y la familia que daría para estar hablando semanas y semanas sin agotar los temas. Es, de hecho, lo que harán unos y otros en vistas a la reunión convocada ya para 2015.

Hay un diagnóstico en concreto que me parece grandioso. “La cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y mutable que no ayuda siempre a los sujetos a alcanzar una mayor madurez. En este contexto, las parejas son a veces inciertas, dudosas y luchan por encontrar los modos para crecer. Muchos son los que tienden a permanecer en las etapas primarias de la vida emocional y sexual”, dicen los obispos.

Yo lo entiendo así: hay demasiadas personas a medio hacer. Hombres y mujeres que no han terminado de cuajar su mundo interior, sus sentimientos, el relato de sus expectativas, la forma de relacionarse con los demás sin perder lo que son… Y todo ello no les impide emprender tareas tan exigentes como entregarse a otra persona o consolidar una familia. Es la razón de tantos fracasos personales, comunitarios y sociales, entiendo yo que diagnostican los pastores de la Iglesia.

Las personas nos hacemos a fuego lento. El sínodo dice que “experimentando que el Evangelio es la respuesta a las expectativas más profundas de la persona: a su dignidad y su realización plena”. “No se trata sólo de presentar una normativa, sino de proponer valores”, aclara. Y todo ello por amor a los hombres, porque quien se encuentra a medio hacer sufre: se padece a sí mismo, más que disfrutarse; se resigna, en lugar de regalarse.

La respuesta desde la Iglesia ha de ser la misericordia y no el “ya te lo advertí” que tanto gusta a algunos. “La seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, es lo que Dios mismo nos propone hacer con los hombres nuestros hermanos para proponerles la fe, que es un camino de maduración total, que invita a romper amarras con el tibio calor de la inmadurez y abrazar con lucidez la vida. Los hombres a medio hacer son un reto para anunciar el Evangelio; y nuestros propios brindis al sinsentido, un freno para que Dios amanezca.