Asier Antona y Australia Navarro, del grupo popular, intentan hipnotizar a Paulino Rivero en la sesión de control mental. / FRAN PALLERO
Los piques en la pista de los coches locos son divertidos hasta que las embestidas se pasan de frenada. La atracción pierde encanto cuando la rabia se echa encima de la serenidad.
Aturdidos aún por el “atropello”, dice Paulino Rivero, de los presupuestos nacionales a Canarias, el Consejo de Ministros ha puesto en marcha la maquinaria jurídica del Estado para inmovilizar el referéndum camuflado de consulta a la ciudadanía contra los sondeos petrolíferos. Los permisos a Repsol van igualmente camino de los tribunales.
El carrusel rota al compás de una música repetitiva que no para ni para el cambio de disfraces en la fiesta de la idiosincrasia. A Soraya Sáenz de Santamaría le replicó el loro: “El Gobierno de España quiere tapar la boca a los canarios”. Fernando Ríos mandó una nota escrita a nata: “La solicitud de un dictamen urgente revela un talante profundamente antidemocrático, puesto que no se centra en cuestionar aspectos concretos de la pregunta [retórica], sino que se recurre la convocatoria”. El comisionado cumple con su misión de hacer girar el tiovivo y que no decaiga la juerga, lo que en la jerga política significa sonambulismo.
En menudo embolado se ha metido Mariano Rajoy. El portavoz del Ejecutivo regional, Martín Marrero, lo situó en “las antípodas de la verdad” tras recitar un soneto ante Pedro Quevedo en el Congreso. “No hagan demagogia”, rogó el presidente con el mazo dando. Para el mosqueo, pastillas Timoteo. Para la memoria, oratoria. En la sesión de control, simultáneamente a que el consejero de Sanidad de Madrid enrojeciera de vergüenza al más pintado por su verborrea sobre la desgracia de la enfermera infectada de ébola, Rajoy les sacó los colores a los contagiados por el virus del victimismo. “No pueden burlarse de la gente de esa manera”, reprendió después de diagnosticar síndrome febril y convulsiones de criterios.
La autocrítica no es tan peligrosa como la automedicación. Más bien, actúa de antídoto que elimina los efectos del envenenamiento. Y la vacuna del entendimiento protege del desafecto.