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Porterías con ruedas – Por Javier Rabanal

   

Hay veces que uno piensa si utiliza su tiempo como debiera. Es una idea constante en la mente de cualquier trabajador de clase media. La semana, dedicada a trabajar, no deja espacio para muchas alegrías, y el escaso periodo en el que se puede cambiar la dinámica muchas veces termina desperdiciado. Ayer por la tarde fue uno de esos momentos que tienes la sensación de que nunca volverán. Ver al Tenerife en la actualidad es dedicar dos horas del fin de semana a algo que no gusta ni a su propio entrenador, Álvaro Cervera.

Era domingo y, tras la victoria en el derbi, se podía esperar un encuentro al menos igualado con el que albergar esperanzas de mejoría clasificatoria. No fue así. Los comienzos nunca son fáciles y en el representativo menos. En la alineación desaparecen Suso y Cristo, lo cual genera un caos mental que no permite acomodarse propiamente en el sofá. Aún así la confianza en el entrenador hace que no merme mi interés en ver triunfar a los nuestros. Todo correcto. Arranca el partido y el Tenerife se muestra seguro. No es incisivo pero llega hasta las inmediaciones del área con seguridad. Buena salida pese a las ausencias de un equipo que no podía esperar el penalti cometido. El mejor hasta el momento de la temporada pone en bandeja el 1-0 a los pepineros. Otra vez a remolque, otra vez lejos de puntuar.

El equipo no mejora pero genera la mejor ocasión jamás creada. El balón raso (dando pequeños botes) llega al corazón del área y ante sorpresa de todos el más adelantado es Maxi. Penalti. Protesta tímidamente el uruguayo. Indignación en el sofá: “¡vaya robo!”, exclamo en la soledad de mi casa. Llega la repetición y con ella la vergüenza de poder pensar que podía haber exclamado lo mismo en público. Las porterías de Butarque no están fijadas al suelo, o eso le debió de parecer al bueno del uruguayo, al que sólo le faltó hacer el avestruz. Las porterías tienen ruedas.

El resto del partido te deja una sensación de vacío y de tiempo perdido difícil de defender al día siguiente cuando alguien en el trabajo te habla mal del equipo. La afición es escasa y sólo aumenta con “arrimados a las victorias” que en los años de penuria solo saben decir cosas malas. Pero con lo visto ayer vale más callar y otorgar. Al fin y al cabo, esto es un entretenimiento que no entretiene a nadie a día de hoy.

Aún en estas circunstancias sigo creyendo en el trabajo de Cervera, aquel que hizo un equipo de la nada y nos metió en la cabeza que incluso se podía subir a Primera. No es Oltra (único entrenador que goza del beneplácito de los ventajistas) pero a mí me vale. Creo en ganar un par de partidos y mantener la categoría que ahora mismo corresponde al club, la Segunda División (otro día argumentaré el porqué de esta afirmación). Que pase pronto la semana y en el Heliodoro, con la gente animando, el Tenerife vuelva a ser un entretenimiento para todos.