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Simposio rural – Por César Martín

   

La terraza tiene sus días contados. Con una rebeca se puede todavía mitigar el fresco, pero el otoño es inevitable. En unas pocas semanas ya no habrá quien pare fuera. Tendremos que empezar a buscar cobijo dentro, junto a los sarmientos secos y la lumbre, lejos del sereno, el ventarrón y la humedad. Pero anoche todavía pudimos resistir. Sin lujos, pero engalanados con la primera cuarta, llegamos en busca de nuestro rincón, de nuestro balcón perfecto con vistas al valle, al océano, al horizonte, al infinito… Acoplados los cinco en una mesa disfrutamos del vino sin mancha, de la comida del ingenio, de los sabores más apegados a la tierra. Confinamos la manada para fundir palabras en queso de cabra; vendimiamos la carne y la hicimos fiesta; bañamos las miradas en tinto y canela, peras al viento. Entre el tintín de los vasos brindando, de los platos y cubiertos, sostuvimos conversaciones sobre los temas más variopintos, dando un repaso a todo eso que nos carga de pesadumbre y ponzoña. Charlas apasionadas que se cruzaban entre los comensales, ávidos de comunicar, de encontrar refugio en el amigo. También hubo tiempo para la risa, para desvariar y hasta para soñar con un mundo mejor. Así mitigamos la desesperación de nuestras almas, abrumadas esta semana por el maltrato a los caldos y sus gentes, por la mala cosecha, por tanto engaño, calumnia y mala fe. De esta manera, nos fuimos a casa con los bolsillos llenos de alegría e ilusión, renovando la esperanza de un mañana diferente. ¡Qué dicha la nuestra! Estos ratos, medianías arriba, no nos los quita nadie. Me tranquiliza pensar que aún sin cerrar la temporada, queda listán y castellana, que pronto abrirá Tata y el primo, que Don Manuel y Doña Carmen seguirán esperando por nosotros, que vendrán las castañas, que habrá sopa de cabra y frío. Eso quiere decir que nos faltan batallas por librar, que dará para mucho, que volverán los que faltaron para ponerlos al día, que incluso, podremos incorporar algún nuevo fichaje. Ya saben que la fuga es entre semana, con sigilo y alevosía. Allí los espero, a las ocho, donde siempre.

@cesarmg78