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Al golpito>

Un tren de los recuerdos – Por Rafa Lutzardo

   

El tren está en marcha. No se para en ninguna estación. A través de las ventanillas veo grandes latifundios, lagos, ganados, aves exóticas, montañas, valles, río y personas. No sé cuál será mi próxima parada, pero tampoco lo sabe el vagón donde voy sentado en el tren de la vida. Es por ello que la vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vías, motivando distintas situaciones y escenarios. El cielo dibuja un azul limpio, mientras las nubes recelosas por tan bello color, se esconden agazapadas en el infinito. El sol se muestra animado y chicolea con las estrellas, que aunque todavía no ha llegado la noche, se refugian detrás del manto azul del techo infinito. Mientras el tren sigue su curso normal de la vida, yo me muestro muy cogitabundo y miro al demiurgo de manera contingente. El tren de la vida no tiene guión de destino de paradas. Marcha a toda velocidad, intentando rescatar y vivir el tiempo real que la vida aún me puede dar; máxime si tengo en cuenta los años que tengo, y que sirven como columnas para sostener toda una vida de éxitos y fracasos. No me gusta embelecar a la vida, pero si sostenerme en ella con la naturalidad que te ofrece. El viaje puede ser importante, pero el contenido de nuestra valija es el que nos permitirá seguir de pie ante las adversidades, ante los contratiempos. Por eso no dudo en guardar en ella los mejores recuerdos, las más hermosas pasiones, los más grandes amores y por sobre todo: los instantes en que fui muy feliz. Sólo abriendo esa valija a medida que se acerque la última estación podré afirmar que valió la pena este viaje. El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. El tren sigue su camino con su trepidar imparable, pasando por los recuerdos de los proyectos que un día colaboré como arquitecto de la vida; familias, amigos. Y soñando con quimeras que me ayudaron a alimentar mi vida y llenar mi mochila con sueños e ilusiones de un tren que ya comenzó su recorrido. Los silencios, las miradas y las lágrimas también hablan, haciéndolos desde el corazón. Hay momentos en los cuales las palabras estorban, limitan, son insuficientes. Momentos en los que todas las palabras del mundo no alcanzarían a describir el sentimiento. Como diría Rabindranath Tagore: “Sobre las olas de la vida, en el vocerío del viento y del agua, el pensamiento del poeta está siempre flotando y bailando”. Del mismo modo, Gabriel García Márquez dijo: “La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir”.