X
a toda máquina >

Vino con lágrimas – Por Román Delgado

   

No me queda otra que aceptar, tras el descomunal escándalo del vino de chiclana (en el ámbito rural de parte de Tenerife así se denomina, siempre de forma despectiva, a los caldos baratos llegados de fuera) que se cuela en la catedral del vino de calidad en Canarias (¿verdad que suena fatal?), que en efecto el consejero insular de Agricultura y presidente de Bodegas Insulares de Tenerife, SA (la niña bonita del Cabildo y donde éste tiene el 32,28% de las acciones), José Joaquín Bethencourt (CC), no sabía nada de nada de tal operación abominable, como él repite y repite cada vez que tiene oportunidad. Pero eso, y estarán de acuerdo conmigo, no corrige lo más mínimo realidad tan terrible: la enorme contradicción y el fracaso infinito que traslada la decisión de Bodegas Insulares de importar vino barato de Península, al menos desde 2012, con una suma total que ronda los 100.000 litros y además existiendo en el Archipiélago vino sin vender en muchas de sus bodegas. ¡Y claro que se han lucido! Todo ese vino, el que arribaba a Tenerife en contenedores cuba, entraba como Pedro por su casa en recintos de la catedral del vino de calidad en las Islas y era en sus reales aposentos donde se convertía en oferta de vino de mesa, en vino chiclana a mitad. Y lo de mitad es por la mezcla que antes se hacía de esa materia prima de Península con su equivalente de aquí, donde también hay vino malo pero menos barato, por lo que se ve. Hasta aquí, muy mal, ¡horrible!, sobre todo debido a que la catedral del vino de calidad en Canarias (la empresa a la que pertenece la bodega de Guía ahora fuera de la denominación de origen Ycoden-Daute-Isora, la de la mezcla) no puede ni debe entretenerse con esos trucos, de ninguna de las maneras, y más triste aún si quien lo hace está bajo el control directo de lo público (el presidente de Bodegas Insulares y el consejero delegado pertenecen al Cabildo), al que se debe exigir algo básico, elemental: que procure y logre que el discurso de defensa de los vinos de la tierra, los que se hacen con mosto de aquí y uva de aquí y además con calidad certificada, no sea una pantomima de tres al cuarto, sino la pura realidad. Pero ya se ve de qué va esto. Es posible que Bethencourt no supiera nada, quizá, pero eso no lo exime de que ahora deba tirar la toalla: él y alguno más que es funcionario de carrera. El presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, anteayer de presentación en Arona, ya está tardando en decir algo, que este fracaso catedralicio en efecto también lo roza. Hasta ver qué hacen (este artículo se entregó ayer antes de la reunión del consejo de administración de Bodegas Insulares), igual nada o muy poco, sólo traslado datos oficiales: Tenerife poseía 11.773 hectáreas cultivadas de vid en 2001; diez años más tarde, en 2010, la cifra ha caído hasta 4.756. Y lo peor: para algunos parece que todo está casi bien y que aquí el futuro será maravilloso. No pasa nada, pues. Pero no es así: ¡sí que ocurren cosas!, y si no lo creen, un ejemplo bien claro es esto mismo de Bodegas Insulares, quizá el error más gordo desde que se alumbrara en las Islas eso que llaman vino de calidad, allá por 1992. Ha llovido mucho desde entonces, tanto como cepas ya levantadas. Que alguien diga adiós por ética y estética. Esto nos hace falta para seguir creyendo.

@gromandelgadog