Los protagonistas han cambiado. Las circunstancias son las mismas. Dos escolares de Primaria se encaminan hacia la puerta de salida del colegio. “Yo lo voy a decir primero”, afirma la niña. “No, yo antes que tú”, replica su compañero de clase. Ya por fuera del centro, echan a correr hasta donde los esperan para recogerlos. “¡Estamos en alerta!”, exclaman ambos, casi al unísono. Este término, “alerta”, pasó a engrosar ya hace unos años, y lo sigue haciendo en la actualidad, el aún limitado vocabulario infantil. De tal forma lo hace que, no con una periodicidad determinada, pero sí con una asiduidad garantizada, entra a formar parte de las conversaciones de los pequeños y de los mayores. Desde hace unos años, en Canarias, desayunamos con alerta de fuertes vientos, almorzamos con alerta de altas temperaturas, merendamos con alerta de incendios forestales y cenamos con alerta de lluvias torrenciales. Cabe presagiar que vivimos en una alerta permanente con diferentes tonalidades, del amarillo al rojo pasando por el naranja. El vocablo alerta, según un significado recogido on line, es el período anterior al momento de un desastre. Todo parece indicar que se refiere a alertas de fenómenos atmosféricos. Convendrán conmigo, apreciada lectora, estimado lector, que en la mayoría de estos casos el hombre se encuentra a merced de la naturaleza. Sin embargo, otros tipos de desastre irrumpen con frecuencia entre nosotros sin llegar a ser conscientes de ello. Aquel significado tomado de manera precipitada on line concluye que se declara alerta con el fin de tomar precauciones específicas para evitar la existencia de posibles desgracias. De esta forma, es necesario mantener una alerta estricta por la precariedad de muchos hogares canarios. Declarar una alerta estrecha por los corruptos. Extremar una alerta rigurosa por los políticos. Decretar una alerta extrema por los pederastas. Acentuar una alerta severa porque el Ártico de derrite. Establecer una alerta tanto seria por la inmovilidad obligada del Artic Sunrise como inflexible por la actividad perforadora del Rowan Renaissence. Y, ¡cómo no! permanecer en alerta constante por los desmanes en la vida política canaria.