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La Alpujarra que hay que conocer – Por Tomás Cano

   

Alpujarra, Alpujarra que bella eres Alpujarra. Con una mujer gitana te quisiera comparar. Tan alta, tan esbelta, con el Mulhacén como peineta y en ese cuerpo y figura como no he visto otro igual, se entrelaza un traje verde pino con sus volantes de asfalto y sus pueblos tan blancos, pintorescos y de cultura sin par, que asemejan los lunares de tu traje de faralaes. Como encajes en ese traje que yo imagino ver, caen cascadas de agua que aparecen por doquier y cuando menos te lo esperas no se dejan ver. Como sus pueblos en el camino, mira a lo lejos. ¡Qué bello! ¿Cómo se llamará ese pueblo? Capileira, me dicen. Y ese otro que aparece tras un volante de tu falda, ¿será Pitres?, ¿será Potugos ¿o quizás Trevelez?; todos se dejan ver con el movimiento de tus volantes.

Y a tus pies, donde empieza tanta hermosura un pueblo más que conocer por su mezcla de razas, gentes tranquilas y música de campanas. Es Orgiva, me cuentan. Aquí arranca tanta belleza de esa Alpujarra gitana.
Y arriba y en su espalda, con respeto se posa un gran manto blanco que hace sin querer que todo el mundo la mire de arriba a abajo, del derecho y del revés.

Y aunque llegue uno mareado hacia arriba o hacia abajo por ese traje tuyo gitana, no estoy enfadado , porque con un poco de jamón de Juviles y un vino de la tierra ya tengo el cuerpo arreglado.