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Autoconocimiento – Por Andrés Brito

   

En el frontispicio del templo de Delfos, una inscripción que sirvió de base para la filosofía occidental: “Conócete a ti mismo”. Sócrates, acaso el máximo exponente de esta máxima, es representado con un espejo precisamente por su estrategia de mostrar a sus discípulos e interlocutores la realidad de sus vidas a través de conversaciones cuajadas de preguntas. El coaching recoge, dos milenios y medio más tarde, este mismo planteamiento y lo emplea para la mejora integral de personas y organizaciones. El coach, así, se convierte en ese “espejo” que refleja de la forma más objetiva posible aquello que escucha en su conversación con el cliente. No somos conscientes de nuestras potencialidades, y en muchos casos obramos sin saber cuáles son las motivaciones profundas que no llevan a tomar nuestras decisiones. En un proceso de coaching, todo esto sale a la luz a fin de que la persona sea capaz de identificar qué desea conseguir, a qué “distancia” se encuentra de su objetivo, qué oportunidades tiene a su disposición y cuál va a ser el plan de acción que le haga salir de su zona de confort en pos del estado deseado. El coaching es aplicable también colectivamente en empresas, familias, equipos deportivos… El truco consiste en no “coachear” a los individuos, sino en tratar a ese conjunto de personas como si fueran una, en renunciar a los objetivos individuales para focalizarse en los que desea la totalidad del sistema y en diseñar un plan en el que cada uno aporte su talento para llegar a una meta común. Piensa en algo que te gustaría cambiar en tu vida o en un sueño que deseas transformar en proyecto. El coaching te ayudará a hacerlo realidad antes de lo que imaginas.

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