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... y no es broma >

Canal Corrupción Española – Por Conrado Flores

   

La corrupción en este país empieza a ser un subgénero. No hay mañana, tarde o noche en la que los medios de comunicación no nos sorprendan con algún nuevo caso de choriceo político. Comenzamos a acostumbrarnos a vivir en el escándalo permanente y vemos con normalidad cómo políticos de un signo u otro entran en los juzgados acusados de presuntos delitos que les han permitido engordar su patrimonio hasta la obesidad mórbida.

Peligrosos delincuentes que dieron tanto que hablar como Gerardo Díaz Ferrán, ex presidente de la CEOE, o Luis Bárcenas, acusado de administrar y repartir la caja B del Partido Popular, están ya en la cárcel, pero da la sensación de que tras ellos debería ir un buen grupo de empresarios mafiosos y una legión de gobernantes más preocupados en llevárselo crudo que en defender los intereses de los ciudadanos a los que representan.

La semana pasada se jugó el Real Madrid-Barcelona más inadvertido de la historia. Los escándalos protagonizados por sus señorías eclipsaron a Cristiano y a Messi como nunca antes se había visto. Ese día nos acostamos con la noticia de que el PP pagó en dinero negro las obras en su sede de la calle Génova y nos levantamos con las tarjetas opacas de Bankia. Este es nuestro deporte nacional: el mangoneo. Y somos tan buenos practicándolo que eclipsamos la brillante victoria del equipo blanco en el Bernabéu.

Al igual que los telediarios e informativos tienen su sección deportiva, propongo que también tengan una dedicada a la corrupción política. En ese espacio, que podría ir justo detrás de los deportes y que tendría que ser largo para cubrir tanta actualidad, se repasarían las mejores prevaricaciones de la jornada y se seguiría en primera persona la preparación de un buen fraude fiscal. Después de las repeticiones de las cinco malversaciones de caudales públicos de la semana, se emitiría el microespacio Lo que el fisco no ve, con las mejores historias de blanqueo de capitales y evasión fiscal contadas por sus propios protagonistas.

En falsedad documental conoceríamos las intimidades de los corruptos desde dentro y aprenderíamos a hacer simulaciones en forma de retribución con pagos en diferido. Y al final, en tiempo real, se daría la información del tráfico de influencias. Tras la publicidad se emitiría el enésimo capítulo de Yo confiaba en mi marido, telenovela protagonizada por un grupo de licenciadas universitarias que desconocían los negocios millonarios de sus esposos. Y que tiemble el share.