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Carlo Calfarra – Por Luis Ortega

   

La revolución suave de Francisco es imparable. “Cada paso está medido y cada avance se relativiza para evitar la euforia reformista y el acuartelamiento conservador”, señala “un burócrata de San Pedro”, como se define un amigo que, alguna vez, me hace confidencias terrenas de un mínimo estado con la máxima jerarquía espiritual. Valora como éxito y premonición el acuerdo del Sínodo de Obispos de octubre “para acoger con respeto y delicadeza a homosexuales y divorciados y evitar cualquier marca o discriminación”. Aprobado por artículos y revelados sus apoyos, la Relatio Synodi implica que, hasta el otoño de 2015, se estudiará por los votantes legales una propuesta papal que levantó protestas y ronchas en la mosqueada curia. “Piensa que, ahora, la midieron obispos y cardenales en su mayoría nombrados por Juan Pablo II y, por tanto, partidarios de su radicalismo en estas cuestiones”. Sin embargo, avalaron el análisis antes de adoptar la posición final, conformada con sufragios personales y públicos, posiblemente. “En un año, las ideas aperturistas de Bergoglio, un hombre bueno, con popularidad y autoridad moral mundiales, serán muy difíciles de contradecir”. En una cafetería cercana a la Nunciatura, mi interlocutor minimizó la adenda interesada que colaron los integristas a última hora: “No se pueden establecer analogías en las uniones de hombres y mujeres de tendencias homosexuales con el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia”. Era lo mínimo que se podía conceder, confesó, a una oposición que se reduce por días y fracasó cuando quiso captar para su causa al Papa emérito. “A Ratzinger le faltó tiempo para explicar el incidente a su Sucesor”. Según los periódicos romanos, la contestación al Santo Padre la lideran los alemanes Gerhard Muller, Prefecto para la Doctrina de la Fe, y Walter Brandmuller, del Comité de Ciencias Históricas; el norteamericano Raymond Leo Burke, de la Signatura, y las italianos Velasio de Paolis, de Asuntos Económicos, y Carlo Calfarra, el portavoz más activo, encargado de las instituciones que, para defender su rígida ortodoxia, creó el pontífice polaco. “Se trata de altos dignatarios que no sólo no entienden los nuevos tiempos sino que, además, piensan que con la cospirazione e diplomacia, tradimento e l’eleganza, viejos métodos para intramuros de San Pedro, aún se pueden ganar batallas; no saben que la Iglesia que quiere Francisco y la que le apoya está fuera y muy lejos de todos ellos”.