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después del paréntesis >

Cataluña – Por Domingo-Luis Hernández

   

Si un problema político en España, es decir, Cataluña, no se resuelve con solvencia política el asunto puede complicarse hasta límites imprevisibles. Luego, cabe subrayar: en primer lugar, a la democracia la sustancian los actos de democracia. Es decir, si la mayoría de los ciudadanos de Cataluña desean ser consultados sobre su posición en el Estado, es lícita semejante petición. En segundo lugar, dos no están juntos si uno no quiere. De donde, si en el proceso político de una nación de la hoy España que se llama Cataluña está separarse del Estado en cuestión, esa es una opción en libertad que a nadie debe extrañar ni asustar. Lo que ocurre, sin embargo, es que el proceso tiene trampas. En Cataluña se jactan de que lo que allí sucede es similar a lo que aconteció en Escocia. Y no es verdad. El partido nacionalista escocés le pidió a la Gran Bretaña un referéndum democrático y con todas las garantías para confirmar su posición en el Reino o constituir un Estado independiente, cosa no prevista (por ahora) en Cataluña. Tampoco es similar el modo en que se procedió: un acuerdo entre Estado y Escocia, tanto que fue el parlamento de la Gran Bretaña el que discutió y aprobó esa consulta; y más, fue el Parlamento de la Gran Bretaña quien fijó la pregunta a la que los ciudadanos de Escocia habrían de responder. ¿Qué pasa en Cataluña? Sorpresivamente el partido (CiU) que fue durante mucho tiempo la correa de trasmisión de las iniciativas más retrógradas del PP en el Parlamento español y del PP en el parlamento catalán, cambia el paso y se pone al escudo de ERC, partido independentista, partido para el que el Estado español no tiene correspondencia, igual que la Constitución o las instituciones que lo asisten (si bien cargadas de engarces políticos), como el Tribunal Constitucional. De donde, la posición es clara: desobediencia y enfrentamiento radical. De manera extraña, Artur Mas está ahí. Y, por ello, no solo desarma a su partido sino que se coloca en actitud de ser reconvenido judicialmente; si por más, incluso suspensión de la Autonomía. ¿Es el mal político que nos parece descubrir o hay algo más encerrado detrás de esos movimientos? Por ahora no lo sabemos, pero se sabrá. Tal cosa ocurre allá. Lo que sucede acá tampoco es aleccionador. Quien habría de afrontar el asunto cara con cara es Mariano Rajoy, el mismo que hizo campaña pública contra Cataluña, quien pagó cuñas contra Cataluña y quien denunció al Tribunal Constitucional (con sus consecuencias) el Estatuto de Cataluña, ese que fue pactado entre Estado y Autonomía, que contó con el consenso de todos los partidos políticos de allí y que fue aprobado en referéndum. Entonces, hace unos días ese Tribunal fue claro: segunda suspensión, sí; amonestar u otras diligencias, no; eso es política. ¿Enviará Rajoy a la policía a retirar urnas, a encarcelar? Grietas profundas y pertinaces de ambos lados: la radical y centralista de la derecha nacionalista de España y la radical e independentista de Cataluña. Que la trampa territorial de España ha de ser replanteada es ineludible. Pero de eso no se habla, el Presidente aludido no tiene tiempo. ¿Cómo interpretar, pues, el futuro, por la lealtad o por la disolución? Más pronto que tarde lo descubriremos.