Los temas de actualidad, en lo alto de las preocupaciones sociales del momento y respecto de las cuales hemos venido opinando en esta columna. Sobre la corrupción, desde el año 1995 la ONG con sede en Berlín Transparencia Internacional publica los Índices de Percepción de la Corrupción en el Sector Público. Conceptualizaciones al margen, la corrupción vendría a ser cualquier “engaño en las relaciones con el sector público”. El mejor país del mundo es Dinamarca y el último Corea del Norte. España ha pasado del puesto 30 en el 2012, al puesto 40 en el 2013.
La corrupción actúa como “un mecanismo de reparto del poder”. En países como Dinamarca, con el poder bien repartido, hay poca corrupción, que lleva al límite en Corea del Norte, donde el poder lo concentra una monarquía comunista. En España en un año se pasa del puesto 30 al 40, lo que indica que al encontrarse el poder en un solo partido, la corrupción crece. Aquí el fenómeno de Podemos expresa la reacción del votante ante la corrupción, le quita poder a los “partidos de la casta” y lo asigna a uno nuevo sin antecedentes; reparte poder.
En teoría, la concentración de poder en un solo partido no debiera tener una relación tan inmediata con la corrupción. Lo que lo liga es el mal diseño institucional de los partidos, con estructuras piramidales que concentran el poder en las cúpulas, que hacen las listas y donde el cargo público no se debe al elector sino al partido. Análogos problemas del mal reparto del poder y, por lo tanto, de corrupción lo ofrecen los sindicatos y las organizaciones empresariales. A los hechos me remito. Los esfuerzos que intentan realizar los partidos de pactos y/o leyes anticorrupción son meramente cosméticos. Mientras no se aborde el problema de fondo, que no es otro que el diseño institucional del sistema de partidos de la Constitución del 78, que decidió al salir del Franquismo, sobrevalorar el papel de los partidos, los sindicatos y las organizaciones empresariales.
Y qué pinta aquí la economía sumergida. Para el fin de este artículo la exposición de este otro tema, ligado a su vez a la primera preocupación del país, o sea el paro, compone dos temas de referencia en la actual crisis. La economía sumergida, al margen de la ilegal que por propia naturaleza debe permanecer sumergida, es aquella que se produce al margen del marco fiscal. La realidad, que es tozuda, nos señala, como en la corrupción, que no existen países ajenos a este fenómeno. En los países OCDE, se da además la coincidencia de que el índice del nivel de paro viene a aproximarse a nivel de la economía sumergida. Y en sentido contrario: en la medida en que se rebaja la presión fiscal, o mejor dicho el esfuerzo fiscal, se reduce el paro y con él la economía sumergida, así opera no al revés.
Como ya estamos de campaña electoral, los partidos ya se están lanzando a ofertar a su manera, sobre el paro y la corrupción. Dos maneras: bajar impuestos y abrir las listas de los partidos. Operaciones ambas más cosméticas que de calado, por cuanto bajar impuestos debe ser consecuencia de un ajuste real del gasto público estructural, que se viene ofreciendo, pero no abordando por ningún escalón administrativo. Aquí nos engañó el último Gobierno nacional. Votos para Podemos.
De igual forma la simple apertura de las listas de los partidos es otra operación que pretende democratizar las candidaturas sin alterar el sistema de representación de los partidos. Pequeño avance, que en general se está resolviendo con el único argumento de ser joven, criterio algo más democrático que la simple obediencia al líder y ajena al mérito y a la representación. Renueva sin embargo a los candidatos, pero al no alterar las reglas de fondo, poco afecta al juego del reparto del poder y, con ello, a la corrupción.
*ARQUITECTO Y URBANISTA