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El derecho y el revés – Juan Manuel Bethencourt y Juan Cruz

   

Día Mundial del Urbanismo - Juan Manuel Bethencourt

Tuve el privilegio, querido Juan, de pronunciar esta semana una charla en el Casino de Tenerife, dedicada al ámbito urbano como espacio de intercambio y progreso social, con La Laguna como ejemplo cercano, querido y creo que también representativo. En efecto, creo que la ciudad es una de las más genuinas construcciones del ser humano, pues define nuestra misma esencia: a las personas nos gusta estar cerca las unas de las otras. Es por ello que las ciudades, que ya aglutinan de largo a más de la mitad de la población mundial, son los lugares donde ocurren las cosas más interesantes del planeta. Hay una afirmación del arquitecto Pablo Gigosos, escrita en un libro excelente que editó la Fundación César Manrique, que me parece bastante adecuada para hoy, cuando se celebra el Día Mundial del Urbanismo: “Los dos materiales con que se construye la ciudad han sido siempre la inmigración y los derechos. Recibiendo gente y reconociendo derechos, las ciudades han desplegado todo su atractivo”. Dicho esto, creo fundamental que cada ciudad sea capaz de encontrar un relato colectivo, producto de muchas voces, pero capaz de encontrar una dirección común. Eso lo logró, por ejemplo, Bilbao de la mano del llorado alcalde Azkuna, la transición valiente desde una urbe industrial decadente a una pujante conurbación centrada en la economía del siglo XXI. San Cristóbal de La Laguna, esa ciudad vieja de gente joven, tiene asimismo los atributos precisos para sostener un discurso compartido, sin renunciar a su pasado, con apertura hacia los desafíos del porvenir. Veo en mi municipio una vocación decidida por la prosperidad colectiva, que en este caso se traduce en una apuesta por la economía local, que empieza en su fructífero campo y termina en las actividades más innovadoras. Para lograrlo nos tiene que ayudar, como aliado estratégico, nuestra Universidad, fuente y estímulo para el conocimiento aplicado a la vida diaria. Se trata de un reto ilusionante para todos, ¿no crees?

Por qué no son mejores -Por Juan Cruz

Completamente de acuerdo; como dirían los políticos de hoy, “y no tengo más que añadir”. Pero, querido corresponsal, claro que me gustaría añadir algo. Más bien, quería añadir una pregunta: ¿por qué las ciudades no son mejores? Por ejemplo, ¿por qué Santa Cruz no es mejor? No en términos comparativos (con La Laguna, por ejemplo) sino en términos estrictos: ¿por qué no la animan más, por qué no la lanzan a una nueva dimensión en la que resplandezca en la calle su ánimo de vivir mejor, más divertidamente, más culturalmente, más artísticamente? Mejor, sin más. Pues porque no la quieren tanto como dicen. Este verano estuve en Bath, Inglaterra, viviendo el latido de una ciudad como la capital nuestra; en cada rincón había un músico, un buen músico, las bibliotecas estaban abiertas, los comercios estaban abiertos hasta las horas en que había gente, y había gente, mucha gente, en los bares, en los locales públicos, en las terrazas, escuchando música, hablando entre ellos, y no eran sólo turistas, aunque había muchos turistas. Ahora estoy en Buenos Aires; la ciudad está bullendo, las librerías están abiertas hasta que la gente quiera, las plazas son un hervidero de animación y de alegría, a pesar del fondo lentamente melancólico de este pueblo de parranderos tristes… ¿Y por qué estas ciudades, cada una de su dimensión, están tan vivas y a Santa Cruz lo tenemos tan quieto, tan poco lagunero? Pues quizá porque a Santa Cruz no lo sabemos querer.