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Disfrazado de bola de Navidad – Por Carmelo J. Pérez Hernández

   

Pues nada. Ya está aquí el Adviento, el tiempo que nos llevará en volandas hasta la Navidad. Le decía a unos jóvenes esta semana que, lo mismo que algunos se disfrazan de muerto viviente en Halloween, así también habrá quien se disfrace de bola de Navidad estos días por aquello de no desentonar. Pero que no tendrán nada verdadero que celebrar, porque nada buscan.

Y para celebrar hay que buscar. Al menos, para celebrar la Navidad. Por eso, este tiempo que hoy comienza, en el que la Iglesia nos quiere poner en tensión para que empecemos ya a buscar. ¿Buscar qué? La lista es tan grande y tan honda como este pozo de necesidades que somos: buscarnos a nosotros mismos, buscar razones fuertes para la alegría en estos tiempos recios, buscar el sentido de los amaneceres y la razón de las puestas de sol. Buscar a Dios, que se hizo el encontradizo participando sin reservas de nuestra carne trémula.

Habrá quien prefiera esperar a buscar. Dentro y fuera de la Iglesia hay quien se dedica a lo que el papa Francisco llama el “turismo espiritual”. Pues eso: que si esta vigilia hoy, que si aquel rosario de la aurora mañana, que si esta recogida de alimentos pasado, que si el saludo al sol y el adiós a la luna… No me negarán que siempre le doy algo de carnaza a quien quiera malinterpretarme, como si yo abominara de vigilias, rosarios u obras de caridad. Pero no es eso. De turismo espiritual vamos, de flor en flor picamos, cuando los pasos que nos conducen a la iglesia y al hermano no van en busca de Dios. Del Dios vivo y verdadero, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que se hizo ternura en Belén. Y no del presunto dios de la arqueología religiosa, tan dada a reproducir esquemas que entre todos hemos vaciado de contenido sin reemplazarlos por otras ayudas para el camino.

Ahora, Navidad es Dios en nosotros. El mundo no necesita “ni cristianos errantes como turistas existenciales, ni cristianos inmóviles”, sino testigos de una “fe que camina” siguiendo las promesas de Dios, dice Francisco. Y la promesa está clara: lo tendremos todos aunque todo nos falte si en el escandaloso acontecimiento de Belén sabemos encontrar la razón del mundo, de la Historia y de cada una de nuestras respiraciones.

Para lograrlo es preciso caminar. Ése es el secreto, dice el papa. “Tenemos muchos cristianos inmóviles. Sí, creen que existe el cielo, pero no lo buscan. Cumplen todo, todo, pero están inmóviles”. Y también: “Hay muchos católicos que no caminan. Está la tentación de considerar que se es buen cristiano sólo porque se forma parte de movimientos eclesiales en los que se sienten como en la propia casa espiritual, casi cansados de caminar”.
No hay Navidad sin camino. Para los creyentes, no. Porque Navidad es Dios que se pone en marcha, abandona toda lógica y hace camino junto al hombre. Lo demás, turismo espiritual, que es una de las razones que nos hace perder la credibilidad ante aquellos a los que les decimos que tenemos algo que ofrecerles de parte de Dios.

@karmelojph