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Ejemplaridad, ahora, ya – Por Juan Manuel Bethencourt

   

La política convertida en crónica de sucesos se hace mucho daño a sí misma. No valen los lamentos sobre el hipotético avenimiento de los salvadores de la patria, sean éstos bolivarianos madrileños o xenófobos nostálgicos. El alcance de la epidemia es global, afecta a todo el mundo desarrollado, con especial incidencia en el Viejo Continente, y amenaza con socavar el modelo de convivencia que nos hemos dado tras mucho esfuerzo. Personalmente detesto la división del mundo, y también del mundo político, entre buenos y malos. Este es por lo general uno de los vicios tradicionales de la izquierda, la tentación de acomodar la realidad a un combate permanente entre el bien y el mal, con uno de ambos bandos repartiendo certificados de honestidad y negando toda opción a la acera no ya opuesta, sino enemiga. Como saben, soy nacionalista canario, pero nunca he utilizado, ni utilizaré, esta credencial como garantía de nada, pues atiendo a lo que en definitiva es una obviedad: aquellos que, defendiendo otras siglas, se definen como no nacionalistas también son, en definitiva, servidores públicos que quieren lo mejor para Canarias. Si cualquier monopolio es malo por sí mismo, el monopolio de la virtud es sin duda uno de los peores, pues encierra una enorme hipocresía. Al respecto, lanzo un pronóstico: España, y con ella Canarias, se enfrenta a un combate sin cuartel entre visiones antagónicas, una conservadora y otra neoizquierdista, debo decir que detestables ambas, al menos a mi modo de ver. El problema colectivo de la política española es no haber logrado que prendiera una visión genuinamente liberal, que desde luego no representa el PP, capaz de poner al ciudadano en el centro del debate político, con sus derechos y los deberes inherentes a los mismos. Esto precisa, asimismo, situar a la ejemplaridad como eje de cualquier tarea pública, incluso la más pequeña. Valgan al respecto las sabias palabras del filósofo Javier Gomá: “En las democracias occidentales todos los políticos -los de derecha y los de izquierda, los progresistas y los conservadores- hacen o prometen hacer más o menos lo mismo y comprobamos con gran frecuencia que sus agendas políticas son casi enteramente intercambiables entre sí. La verdadera diferencia, la summa divisio rerum en política, la encontramos, pues, en lo que ellos son y en la línea que separa dos estilos contrapuestos de vida, el vulgar y el ejemplar. El político de hoy debe ser capaz de inventarse un relato paradigmático sobre el ejemplo de su vida y forjar con su biografía la imagen de un ser y vivir fiables. Inspirará mayor confianza aquel que proponga a la opinión pública una narración autobiográfica más esperanzadora y convincente”. La confianza no se compra, se inspira.

www.juanmanuelbethencourt.com
@JMBethencourt