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La última>

Escandalizados – por Jorge Bethencourt

   

Se nos ha ido la olla. Llevamos días removiendo las sesiones de sauna política extremeña que el Partido Popular celebraba en Tenerife. Estamos clavando con todos los clavos de la ferretería a José Antonio Monago por algo que no es ilegal. Ni siquiera original. Pero como el asunto tiene morbo, por ahí transitan juntos curiosos en general, meapilas escandalizados y ciudadanos indignados. Son las cosas que tiene el amor en los tiempos del cólera. Este país que se encabrona por los viajes de Monago es el mismo que hace nada se tragaba, silenciosa y diligentemente, los desplazamientos de presidentes y ministros del Gobierno en aviones y helicópteros del ejército, en los que iban de vacaciones o acudían a actos electorales de sus partidos. Pero el clima ha cambiado. La crisis ha destrozado la capa de ozono de los bolsillos y la gente, harta de impuestos, tiene la piel más sensible. Y alguien del PP, con clara astenia cerebral, intentó justificar los viajes con una trola insostenible y burda. Ni doce horas aguantó la estrategia: todo un récord para las cabezas de pescado del centralismo popular. Es de público conocimiento que los parlamentarios tienen pagados los viajes desde su domicilio a las sesiones de las cámaras. Si quieren cambiar de domicilio por una temporada -si le aguanta el cuerpo- no veo en base a qué precepto se les puede prohibir. Pero el fondo del asunto no es que Monago viniera a dormir a Tenerife, sino que no viniera a dormir. He aquí la madre del cordero de dios. Todos los rosarios de España se han encogido de pavor al ver a uno de los suyos descarriado. Y los progres se han lanzado al festín para sacar tajada. Cuando se pierde la razón sólo queda el caos bajo el cielo.