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Francisco Fernando – Por Luis Ortega

   

Por los azares que regalan rastros y almonedas, guardo un cartapacio de cuero, cuyo propietario -con iniciales ERT- reunió una documentación curiosa -prensa, pasquines y fotografías- sobre la Gran Guerra que asoló Europa del 28 de julio de 1914 al 11 de noviembre de 1918 (ayer se cumplieron noventa y seis años de su final), movilizó a setenta millones de combatientes y causó nueve millones de muertos, entre la Triple Alianza (los imperios alemán y austro-húngaro) y la Triple Entente (Reino Unido, Francia y Rusia). El interés del legajo radica en la cuidada cronología de los hechos, que incluyen el atentado del archiduque Francisco Fernando y su esposa la condesa Sofía Chotek, ocurrido el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, el comienzo de las hostilidades un mes después, con la invasión de Serbia, las cambiantes incidencias en los frentes oriental y occidental, la solicitud del armisticio austríaco que cerró un conflicto de cuatro años y las secuelas políticas y territoriales para el bando derrotado. El compilador de los episodios no tapó su simpatía por las potencias centrales ni su indisimulado desprecio por las democracias burguesas a las que culpó de la expansión socialista. Pero, pese a sus gustos y sesgos y a la astuta selección argumental, no supo, ni pudo, ocultar los cambios políticos, las revoluciones nacionalistas e internacionales que aceleraron el pulso en las naciones implicadas y la definición y consolidación de dos modelos contrapuestos que, entre guerras y tensiones, llenaron el convulso siglo XX. Contemplo una espléndida fotografía de Carl Pietzner, cuando Francisco Fernando fue proclamado heredero del recortado imperio de los Habsburgo, y una galería de imágenes de su familia, de sus viajes oficiales, saraos y cacerías -fue, como tantos miembros de la realeza, aficionado a la caza mayor- y, finalmente, dibujos del atentado y de la capilla ardiente de los esposos. En un segundo rastreo de la carpeta descubrí varias sorpresas que enriquecen los perfiles del aciago 1914; nada menos que las partituras de dos canciones patrióticas, curiosamente del bando aliado: Till the Boys Come Home (Hasta que los chicos vuelvan a casa), con letra de Lena Gilbert Ford y música de Ivor Novello, y La Madelón, un hit sin precedentes del poeta Louis Bousquet y el compositor Camille Robert, popularizado por la divina Marlene Dietrich e incardinado en la médula sentimental de la pasada centuria; y, por último, un extraordinario cartel de Luigi Caldanzano para Cabiria, péplum dirigido por Giovanni Pastrone y una de las piedras angulares del cine europeo.