Siempre he sido un fan de la pelÃcula basada en la Segunda Guerra Mundial. Un grupo de oficiales ingleses y norteamericanos, prisioneros en un campo de concentración nazi, se proponen organizar una fuga en la que se verán implicados doscientos cincuenta presos. Para llevar a cabo su plan comienzan a excavar tres túneles. Steve McQueen, James Garner, Charles Bronson, Richard Attenborough, James Coburn, James Donald o Donald Pleasence era el repertorio de un peliculón que habré visto unas 250 veces en mi vida. Al final, algunos de los prisioneros llevaban a cabo su plan y lograban escapar; otros, sin embargo, eran abatidos por los alemanes y morÃan en el intento. La plantilla del Uruguay es prisionera ahora mismo de una situación muy compleja. La huida, o evasión, de algunos de sus componentes es perfectamente lógica y entendible. Se busca la supervivencia, se necesita una vÃa de escape para poder seguir adelante con las vidas de cada uno de ellos. Esto no es ficción; es la vida real. En los créditos finales saldrán los nombres de los jugadores, los directivos, los utilleros, médicos, fisios, entrenadores y hasta de los abonados del club celeste. Se trata de no morir en el intento. Se trata de adoptar una decisión que no es fácil para muchos de ellos. Pero también se trata de comprender a unos y a otros. A los que se van y a los que se quedan. En la pelÃcula, los que se fueron y lograron escapar tuvieron un horizonte despejado: la libertad. Los que no lo consiguieron, siguieron prisioneros atrapados en reclusión. Espero que, en el caso del Uru, los que se queden tengan su recompensa.