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Kevin García: “Violaron el secreto de mi historia clínica y mi privacidad como paciente”

   
Kevin, enfermero de urgencias especialista en emergencias y catástrofes / J.L.C.

Kevin, enfermero de urgencias especialista en emergencias y catástrofes / J.L.C.

JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

Tras su experiencia con sin papeles en Mauritania y con los damnificados por el terremoto en Haití, Kevin García Pulido (Puerto de la Cruz, 1982) se convirtió en uno de los primeros sanitarios españoles de Cruz Roja en actuar contra el ébola en Sierra Leona. Su formación en Emergencias y Catástrofes y su trayectoria profesional avalaban su salida al centro de la tragedia. Nadie imaginaba que, después de asistir a cientos de enfermos, él mismo se convertiría en paciente ante la sospecha, infundada, de que podía portar el virus. Después de una semana de aislamiento y hospitalización en los que se dispararon los comentarios y rumores, da la cara para relatar los pormenores de esa singular odisea.

-La primera pregunta es obligada. ¿Cómo está?

“Me encuentro muy bien, con el cansancio normal después de cualquier misión de este tipo, pero con los tiempos de descanso adecuados y de asimilación de todo lo que viví en el terreno, me recuperaré pronto. Lo único, la familia, que aún se está recuperando del susto, aunque también están bien”.

-¿Cómo fue su llegada a Sierra Leona?

“Estas misiones no superan las cuatro semanas, pero yo la amplié dos más porque el hospital se abrió de forma progresiva. Salí de España el 28 de agosto. Las dos primeras semanas fueron de puro entrenamiento, especialmente para el personal que iba a trabajar con nosotros en el centro. Tratamos de minimizar el miedo y superar el desconocimiento que había sobre la enfermedad, tanto para el personal sanitario local como para el resto de trabajadores del centro, auxiliares, personal de limpieza, etc. El personal local está muy estigmatizado, y a la hora de volver a sus comunidades son señalados y repudiados, algo muy duro para ellos. Convencer a sus familias y a sus vecinos de que podían trabajar y volver a casa cada día, fue una de las primeras tareas que tuvimos que hacer. Aun así, donde más seguros se sentían era en el hospital. Tratando directamente pacientes solo estuve un mes. Al finalizar, unos tres o cuatro días antes de salir del terreno, dejé de estar en contacto con los enfermos, para limitar cualquier sintomatología del virus y saber de forma precisa cuándo fue el último trato directo con pacientes confirmados con ébola. En mi caso fue el día 5 de octubre”.

-Antes de participar en una campaña de este tipo, y frente a una enfermedad como el ébola, ¿reciben formación específica?

“Por supuesto. Aparte de mi formación como sanitario y de mi especialización en emergencias y catástrofes, cada año los Equipos de Respuesta Urgente de Cruz Roja realizamos actualizaciones. Este año fue en mayo, cuando estuvimos en Madrid varios días de formación y entrenamientos divididos por especialidades. Los equipos de Salud y Saneamiento, al que yo pertenezco, tuvimos un curso monográfico sobre el cólera y tratamos también el ébola, aunque en ese momento no pensamos que fuéramos a enfrentarnos a él en primera persona. Una vez que fuimos activados para la misión, procuré impregnarme de todo lo relacionado con el terreno, la enfermedad y los distintos protocolos. Posteriormente, y antes de viajar, estuvimos varios días en Bruselas todos los delegados y miembros de otras ONG que íbamos para Sierra Leona, realizando formación específica sobre los equipos y la forma de trabajar en un centro de tratamiento de ébola”.

-¿Quién imparte esa formación y por qué en Bruselas?

“Se da en Bruselas por operatividad de los vuelos. Cuando se decretó la emergencia muchas compañías dejaron viajar a los países afectados, y solo dos (Air Brussels y Air Maroc) seguían yendo a Sierra Leona. Además, allí está uno de los centro de formación sobre ébola que tiene Médicos Sin Fronteras, que lleva trabajando más de 20 años contra la enfermedad. Luego, nada más llegar, también estuvimos cerca de dos semanas de preparación hasta que abrimos el hospital y empezamos a trabajar directamente con pacientes reales. Ese periodo fue crucial, porque estuvimos mañana y tarde realizando prácticas y simulacros por todo el circuito y las distintas zonas de tratamiento. En todo momento estuvimos supervisados por personal de Médicos Sin Fronteras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) norteamericano”.

-¿Cómo fue su primer contacto con pacientes de ébola?

“Desde el principio tuve claro que no tenía que dejar ningún resquicio al miedo, porque el miedo podía provocar fisuras en todas las actuaciones que había que desarrollar. Por eso, había que tener confianza en uno mismo, en los equipos, en los compañeros y sobre todo en el material con el que trabajábamos. De hecho, retrasamos unos días la puesta en marcha del hospital hasta que no tuvimos el material en stock necesario para dar continuidad a todo lo que requiere un centro de tratamiento de ébola. Tuvimos presiones para que abriéramos el centro, pero no lo hicimos hasta que no estuvimos convenientemente preparados. Luego fuimos progresivamente introduciendo pruebas y pacientes, todo muy protocolarizado en tiempo y forma”.

-Supongo que todos los equipos con los que contaban están debidamente testados y son de calidad…

“Todos los equipos que emplea Cruz Roja son los mejores que hay disponibles a nivel mundial, a los que se tiene acceso a través de los diferentes centros logísticos con los que cuenta la organización. El que tenemos en Gran Canaria mejora los tiempos de respuesta para los países de África Occidental, permitiéndonos a los equipos en el terreno disponer de materiales con mucha rapidez”.

-¿Qué situación se encontró en Sierra Leona?

“A mi llegada a finales de agosto me la esperaba algo más caótica. En la capital ya vimos mensajes del Gobierno del tipo “el ébola es real”, aunque la población seguía siendo bastante escéptica. Se trata de una enfermedad que se daba a nivel rural y se autocontrolaba, porque no salía de pequeñas comunidades. Una vez dio el salto a las grandes ciudades fue más difícil de atajar, y la población tardó un poco en despertar porque no eran conscientes de que había peligro hasta que el ébola no entraba en la familia. A medida que nos adentramos en el interior y en las zonas más afectadas había un mayor control y, en mi caso, y a pesar de tener un pase especial, pasé 11 controles de temperatura en el trayecto hasta Kenema”.

-¿Llegó a pasar miedo?

“No. Siempre tuve seguridad en mi mismo, en los compañeros con los que tuve la suerte de compartir la misión y en el material que empleábamos. Para mí, los auténticos héroes de esta misión es el personal local, que se enfrenta diariamente al ébola y a la estigmatización que sufren en su comunidad. Y a pesar de todo eso, continúan yendo cada día al hospital para trabajar”.

-¿No le resultaba duro trabajar contra una enfermedad para la que no hay vacuna ni tratamiento?

“Hay que cambiar el chip, porque esta es una misión donde no se trata de salvar vidas. El objetivo es darle unos cuidados mínimos y dignos a muchas personas en el final de sus vidas, porque solo se puede tratar a nivel sintomatológico. Tienes que pensar que vas allí para ayudar a morir dignamente a una persona, para que en lugar de que fallezca en la calle y contagie a otros, pueda hacerlo bajo techo y en una cama. También valoran mucho que se les va a proporcionar un entierro digno. Teniendo esas dos premisas claras, todo lo que puedas conseguir se convierte en un pequeño éxito. De hecho, al final incluso hubo muchas personas en nuestro centro que superaron la enfermedad. Sin embargo, otros pacientes siguen falleciendo de malaria, tifus, dengue, fiebres hemorrágicas y otras enfermedades que, tristemente, continúan matando a día de hoy a muchas más personas que el ébola. ”.

- Y después de todo lo que vive, vuelve a casa y se convierte en protagonista. ¿Por qué se activa el protocolo contra el ébola?

“Me tocó estrenar protocolos actualizados a los pocos días de mi llegada a España, porque se rebajó bastante la temperatura de alerta que debíamos notificar a nuestro centro coordinador, quedando en 37,7 grados, apenas unas décimas de fiebre. Esto, unido al contacto directo con pacientes infectados en el terreno activó automáticamente el protocolo. Mi familia y yo pagamos la novatada, porque ya habían aparecido los primeros contagios fuera de África”.

-¿Cree que falló algo?

“Creo que, en primer lugar, hay que procurar un trato digno al paciente, sea quien sea. En mi caso, como paciente, se pudo haber hecho de manera más humana, y hubo algunas lagunas. Tanto los compañeros como las empresas adjudicatarias de transporte sanitario hacen una gran labor, dando la cara y sacando adelante el trabajo; pero se debería potenciar su formación en esta materia, asesorándose donde corresponda y dando seguridad y confianza a todo este personal. Pero yo, donde verdaderamente empecé a sentirme seguro, fue a mi llegada al Hospital de La Candelaria, donde para mi empezó el verdadero protocolo. Y tengo que expresar mi más sincero agradecimiento a todos los compañeros y profesionales que me apoyaron directa e indirectamente durante esos cuatro días, en los que tenía el convencimiento de que no podía tener ébola. Especialmente, al personal de la 1ª Norte, a la Dirección de Enfermería, por su espectacular respuesta, y al Colegio de Enfermería de Tenerife por el trato que me brindaron a mí y a mi familia”.

-Sigo sin entender por qué se activó el protocolo en su caso…

“En Madrid, por culpa de una tromba de agua y sin ropa de abrigo, cogí frío. Desde que salí de Sierra Leona estuve en contacto diario con médicos de Cruz Roja, que me realizaban controles de temperatura. Les dije que me dolía la garganta, y así durante varios días. Pero no podía tomar nada para enmascarar una fiebre durante el periodo de posible incubación del virus. Me recomendaron remedios caseros, pero ninguno me sirvió. Cada vez me dolía más y me preocupaba que fuera a darme fiebre y eso pudiera confundir. Un día, además, salí a correr y al volver me encontré peor. Me aconsejaron que, como no podía ir a un centro de salud, contactase con el responsable del protocolo de ébola en mi hospital, para que me valorase la garganta y me pautase un antibiótico. Para sorpresa mía, después de hablar con un médico y contarle lo que me pasaba y con mis antecedentes en Sierra Leona, no sé qué malentendido hubo pero lo siguiente fue que me llamaron diciéndome que se había activado el protocolo de ébola. Fue algo surrealista, porque cualquier tipo de incidencia la habría notificado en el terreno. Además cumplí los plazos de incubación, tanto allí como en Madrid y aquí en Tenerife; simplemente, cumplía dos de los criterios epidemiológicos del nuevo protocolo: febrícula y estancia en un país de riesgo, por lo que directamente pasé a ser un caso en estudio”.

-Se puede decir que aquí vio más miedo que en Sierra Leona…

“En Sierra Leona nunca pasé miedo. A mí, realmente, lo que me preocupaba era lo que pudiera pasarle a mi familia, y se malinterpretó como que me quería atrincherar en casa y no quería ir al hospital, aunque sabía a ciencia cierta que no había ningún riesgo. Me sentí impotente por el desconocimiento que había de la enfermedad. El tema del protocolo en sí se puede discutir; nadie está acostumbrado a que vayan a buscarlo a su casa varias ambulancias y a la repercusión que hubo, sobre todo porque mi experiencia en ébola había sido en el contexto africano y no aquí en España”.

-¿Cómo fueron esos días de aislamiento en el hospital?

“Lo pasé mal por mi familia, que también tuvo que estar en vigilancia epidemiológica unos días, pero también por mis padres y mi hermano, que desde fuera se enteraron por los medios de todo. Desconecté y no quería ni mirar el móvil, ni saber nada de lo que se estaba diciendo sobre mi”.

-¿Se notificó que tenía malaria?

“De lo que pasó fuera no sé nada, porque a mí solo me informaban los médicos. Pero nunca di mi consentimiento para que se publicaran mis datos. Entiendo que con el tema del ébola, por razones de salud pública, pueda prevalecer el derecho a la información sobre mi derecho a la intimidad. Pero considero que se violó el secreto de mi historia clínica y mi privacidad como paciente. Por eso, tomaré las medidas judiciales oportunas”.

-¿Alguien le ha pedido disculpas o le ha dado alguna explicación?

“No. Cuando salí del aislamiento sí me visitó la Dirección del hospital para ver cómo estaba y, sobre todo, los responsables de Enfermería, que estuvieron conmigo en todo momento. Pero de puertas hacia fuera del hospital, nadie me ha dicho nada ni tampoco espero que lo hagan”.