En cada ser humano hay varias personalidades que pugnan por dominar al resto. Stevenson hizo una excelente y simplona parábola de esa bronca con su personaje del aburrido doctor Jeckyll que a veces tenÃa que ceder ante el siniestro vivalapepa de mÃster Hyde. Es la eterna lucha entre el bien y el mal que intentan inculcarnos desde pequeños para que aprendamos a ser dóciles miembros de la manada social.
A los partidos que gobiernan Canarias les pasa que, en efecto, están partidos. Los socialistas tienen un aparato que representa lo que fue y una candidatura a la presidencia que simboliza lo que va a ser. Y ambas personalidades no pegan ni con silicona. Y otro tanto ocurre con los nacionalistas.
Si a a un ser humano le resulta difÃcil resistirse a sus muchas personalidades interiores, a un partido polÃtico ni les cuento. Por eso está el patio tan revuelto últimamente y por eso andan los polÃticos tan despistados que resucitan a los muertos después de algunos años en donde casi que han intentado enterrar a los vivos.
Los aparatos de los partidos ya no tienen fuerza para resistirse al asalto de todas las personalidades que están tomando el control del cuerpo polÃtico. Asà está el PSOE donde unas voces dicen que entren los dÃscolos de La Palma y otras que ni de coña sin limpiarse los zapatos del polvo popular. O los nacionalistas que hoy quieren ponerse en la proa del primer barco de la flotilla de la sandÃa y mañana más bien en la popa de la lancha de la papaya.
Todos luchamos contra ese otro yo que llevamos dentro. El que sabe hacer todo mejor que nosotros. El que nos echa la bronca. Pero en los partidos del Gobierno, esos otros han tomado posesión del cuerpo. No les queda nada.