Ya llega el DÃa Nacional de la Charlotada en Cataluña. En Canarias también tendremos nuestro DÃa de la Pantomima el 23 de noviembre. Nuestros representantes polÃticos no están preparados para el asunto vital que subyace de estos acontecimientos. Ahora bien, para el dislate y la parodia ya se sabe que somos los mejores. Luego, habrá 9N y 23N. Dirán que les impiden ejercer el derecho a decidir. Un derecho inventado. A estas alturas del drama que todavÃa no han querido comprender que sobre cuestiones de Estado han de decidir todos los españoles. Y dirán que Artur Mas ha canalizado la voluntad de un pueblo. Lo único que ha hecho es prevaricar. Y dirán que Cataluña actúa en legÃtima defensa. La Generalitat se ha pasado la legalidad por el arco del triunfo incumpliendo reiteradamente las suspensiones del Tribunal Constitucional ante la flagrante inexistencia de garantÃas constitucionales. Y dirá la vicepresidenta, porque a Mariano Rajoy ni se le espera, que nadie puede creerse que está por encima de la ley. Y dirán que el Gobierno ha comprendido la magnitud del movimiento social existente en Cataluña. Y pensarán que la ley suple su ineptitud en las negociaciones polÃticas. Y dirán que conviene la desobediencia. Temerarios que se han valido de una manipulación inaudita, primero, en los medios de comunicación autonómicos y, por último, presionando a funcionarios. Y volverán a decir que España humilla y maltrata a Cataluña como si la cuestión autonómica fuese exclusiva de su territorio. ¿HabrÃa que buscar fórmulas para compensar la lejanÃa (no solo fÃsica) de las culturas periféricas de nuestro paÃs? ¡Por supuesto! Pero es un reto demasiado elevado para los egoÃstas y torticeros polÃticos del momento. Para Artur Mas y ahora su copia barata, Paulino Rivero, las consultas son un auténtico artificio. La puesta en escena lo es todo, especialmente cuando se evita poner sobre la mesa las cuestiones de fondo.