Expone sus últimas pinturas que integran una original y armónica fusión de sencillas y caprichosas agrupaciones pétreas que, con mayor o menor carácter, revelan el origen volcánico de todas las islas, y las modestas tuneras, que crecen en nuestros campos y baldÃos. El lugar elegido fue La Investigadora, la vetusta entidad palmera que, por estas fechas y con buena salud, cumple su ciento veintinueve aniversario y subsiste con el meritorio esfuerzo de su directiva y socios, y con exigencia y dignidad, mantiene su agenda de actividades, que constituye una honrosa excepción en la astenia cultural que vivimos. MarÃa del Carmen (May) Hernández cumplió su ilusión de realizar su primera muestra individual en su isla natal y sus paisanos tuvieron la oportunidad de descubrir sus excelentes dotes de dibujante y su intuición de brillante colorista, demostrada precisamente en las visiones humildes que se enfrentan con valentÃa, sorpresa y éxito a las efectistas y luminosas visiones subtropicales, las maravillas anticipadas que descubrió Alexander von Humboldt para las ciencias naturales y el arte. Nuestra paisana, que desde la infancia acreditó su vocación y cualidades, no cayó en la fácil tentación de la ola amable impuesta por el regionalismo literario y pictórico en el Archipiélago canario. Sin duda, ese es el mérito principal de una pintora que, sin aprovecharse de las ventajas de la tarjeta postal y el topónimo, muestra una firme voluntad de estilo para interpretar realidades cuyos valores objetivos las hacen útiles en cualquier lugar y son, nada más y nada menos, que paisajes autónomos y evadidos del estereotipo. En las formaciones geológicas, con basaltos recientes que proclaman su juventud u oxidados para encajar en el puzle del territorio, trabaja con materia abundante que, sabiamente aplicada, resuelve perfiles y sombras; en el repertorio de tuneras, a las dificultades del verde suma un trato seguro y delicado, que resalta la turgencia de las pencas y el lujo de las flores y frutos que eleva su rango botánico y artÃstico. Tunalito, ese es el tÃtulo de la exposición que abrió el otoño de La Investigadora, es un ejemplo expresivo de una técnica sin trampa ni cartón que satisface las premisas crÃticas en cuanto a la bondad del procedimiento y los gustos de los espectadores, que entienden que la belleza tiene sus claves en la mirada del creador por encima de las jerarquÃas argumentales, y que las piedras y las tuneras, mediterráneas o indias, son incuestionablemente hermosas en su humildad.