La indignación y el miedo se ha esfumado de forma proporcional a la carga viral de la sangre de Teresa Romero. Ahora comenzaremos a olvidar las horas de angustia, las torpezas en la gestión de la crisis sanitaria y las muestras de pánico en general. La conciencia ciudadana parece haber asumido la condición de Twitter en donde los mensajes tienen una esperanza de vida de escasos segundos. Ya nadie se acuerda del ébola, y sin embargo sigue matando a cientos de personas en el continente cercano mientras el apoyo internacional se mengua a medida que las noticias de contagios de occidentales son desplazadas de las portadas de los periódicos digitales. Es la miseria de una profesión tan necesaria como la nuestra, el periodismo en donde el carrusel de actualidad te obliga a ir a velocidades meteóricas sin tener un seguimiento más reflexivo.
Son temas que encuentran a los corresponsales destacados en las zonas denominadas calientes pero que se evaporan en cuanto su interés decrece. Ocurre algo similar con los casos de corrupción que padecemos de forma brutalmente inusitada en los últimos tiempos. Pero no nos engañemos, la corrupción es tan antigua como el poder. Es consustancial al mismo y la honestidad supone un valor del que pocos polÃticos pueden hacer gala. AsÃ, la memoria es tan selectiva que no se recuerdan cómo los que ahora son puestos en el punto de mira, y con razón, por casos de corrupción eran encumbrados como salvadores de la economÃa. Rodrigo Rato, por ejemplo. Aún recuerdo cómo en una emblemática institución como el Casino de Tenerife acogió una conferencia del interfecto ahora procesado por gastos millonarios de las denominadas tarjetas black (no entiendo con lo rico que es el español tengamos esa manÃa de recurrir al inglés para aquilatar el impacto de una noticia). Rato llegó custodiado por la corte del PP en Canarias y fue prácticamente imposible acercarse a él para hacerle las preguntas lógicas sobre el caso de Caja Madrid y Bankia. Llegó como una suerte de nigromante y fueron muchas las señoras con sus permanentes o trajes de domingo las que se acercaron a escuchar, al ahora imputado, cómo glosaba las bondades de su gestión y lo bien que su entidad financiera estaba capeando la crisis. Estaba la flor y nata de la sociedad. Se aplaudÃa con las orejas con dificultad, eso sÃ, por el peso de los pendientes de Cartier, y se pugnaba por sacarse una foto con el acusado. Muchos ahora no recuerdan que Rato era el sustituto natural de José MarÃa Aznar y que era considerado como el macho alpha de la manada conservadora. Y fÃjense qué curioso que todos a aquellos próceres estaban metidos de lleno, de una u otra forma, en tramas de corrupción. No es una coincidencia, por tanto, que el periodo mas fructÃfero al que aluden los populares (la victoria de José MarÃa Aznar en 1996) diera a luz a la bestia de precariedad económica y el aumento exponencial de la corrupción. Memoria quebradiza la que tenemos.