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El Papa, cual diablo – Por Cristina Molina Suárez

   

La adaptación al cambio no es un tema baladí. Si además los cambios son referidos a la Iglesia, el tema se torna todavía más complejo. Los jesuitas siempre han sido punta de lanza de la Iglesia Católica en España. Ahora vemos que, aun siendo el Papa un jesuita conservador, también son punta de lanza en el mundo entero.

El enfado de sus detractores da buena cuenta de ello. No dudarían un instante en afirmar que son, más bien, la punta de la lanza que atravesará y destruirá la institución. Iglesia no hay más que una, qué duda cabe. Sin embargo, unos se comportan como hijos de su tiempo y otros como hijos de un siglo pasado. Esta situación escenifica dos iglesias. La real, terrenal, con una fe en acción, en la que a los divorciados y homosexuales no se les interroga antes de comulgar, donde mujeres ayudan a dar la Comunión, etc. Y la ideal, divina, con una fe expuesta en vitrinas, en constante litigio sobre el sexo de los ángeles , que hace declaraciones y publica epístolas que bien podrían pasar por puñales. Así se halla parte de la organización jerárquica, inmersa en discusiones bizantinas, desbordados por un papado que les viene grande. Era de esperar cierto desconcierto o que determinado sector se mostrara reacio y pobre a la hora de disponerse a cambios. Lo que no era de esperar es aferrarse al pasado cual fanáticos y fundamentalistas, sembrar el odio y mancillar el nombre de Francisco. Tras seguir diferentes medios que se erigen en jueces y luz verdadera ante el pontífice calamitoso, puedo decir que es lo más miserable que he visto en mi corta vida. Aquí un ejemplo: “Es lícito desear al prójimo un mal físico bajo razón de bien moral. La muerte es un mal físico, no un pecado. Al desear la muerte del prójimo, queriendo siempre su salvación, se realiza el odio de abominación que puede ser acto de caridad”. Ahora entiendo mucho mejor la confesión del Papa: “reza por mí, la derecha eclesial me está despellejando”.
@cristination_