X
claroscuro>

Periodismo de cotilleo – Por Saray Encinoso

   

La costumbre da pocas treguas. Lo habitual no suele ser lo correcto, pero hace tiempo que nos convencimos de que lo rutinario, lo aceptado por la mayoría, era sinónimo de normal. Desde entonces hemos generalizado lo burdo y le hemos otorgado el sello de calidad que lleva casi todo lo cotidiano. El contrabando de la intimidad es una prueba de este desastre estandarizado. Las aventuras en Tenerife del presidente de Extremadura, José Antonio Monago, cuando era senador han copado periódicos, radios y televisiones. Parece que aprovechaba la ausencia de controles para pagarse estancias en la Isla que poco o nada tenían que ver con su cargo. Pero, ¿nos importa realmente que él y todos los senadores no estén obligados a dar cuenta de los viajes que realizan a cargo del erario público? ¿Es comprensible que el presidente del Congreso, Jesús Posada, considere que no hay que controlar los desplazamientos de los diputados?

Dicen que el cotilleo es deporte nacional. Quizás sea universal. Quién sabe. Tal vez solo sea otro hábito más no corregido a tiempo. Las cifras son contundentes: el oráculo de Google generaba ayer 152.000 resultados cuando tecleábamos José Antonio Monago y 452.000 si el nombre que introducíamos en el buscador era el de Olga María Henaro. Puede que llevados por la presión de unos números que eran previsibles, y en un intento desesperado de lograr visitas a sus ediciones digitales, muchos medios accedieron a dar una relevancia inusitada a la mujer a la que Monago, y también otro diputado popular, visitaban en la Isla. Ese amarillismo avalado por la prensa seria ha hecho que el debate real se haya diluido en un segundo plano y hayamos dejado pasar de largo la única reivindicación imprescindible para terminar con este y otros asuntos similares: exigir la fiscalización de esos fondos que, a cargo de todos los contribuyentes, se usan sin ningún tipo de justificación.

Quiero pensar que algún día este falso moralismo terminará y dejaremos de juzgar a las personas en función de con quién comparten cama. Las explicaciones que necesitamos exigir como ciudadanos son las que no están dentro de eso que el diccionario de la Real Academia Española aún define como la zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. No me interesa saber qué hacen los políticos en su intimidad, sino todo lo demás, que ya es bastante. Y eso solo lo lograremos si lo que normalizamos es la rendición de cuentas y no la chabacanería.

@sarayencinoso