La cosa está muy malita. Me refiero a la crispación social por los ya incontables casos de polÃticos corruptos. Para mÃ, la prueba del nueve ha sido que mi madre, una mujer sencilla que hasta ahora nada entendÃa de polÃticas, ahora maneja con soltura datos del caso Bárcenas, habla de las preferentes de Bankia, se queja por lo de las tarjetas black y se desespera de la impunidad de la antes viuda y ahora choriza de España. Hasta del caso Púnica entiende, aunque ella me traduzca todo esto a su manera.
Nadie queda al margen de esta neblina que afea la convivencia, más tóxica si cabe al contraste con las carnes abiertas de las familias que se desangran en el dÃa a dÃa de la crisis.
Por eso me gusta que despertemos de este letargo de indolencia y exhibamos nuestro derecho a la queja al tiempo que exigimos que tamaños tipejos paguen por lo que han hecho. Además, creo que la Iglesia en todos sus miembros ha de encabezar esta llamada a la justicia y promover el sueño de un hoy más justo para todos. En el nombre de Dios, es tiempo de despertar, cristianos.
Pero, cuidado. Hay quien quiere usarnos y quien busca abusar de quienes tienen verdadera hambre y sed de la justicia. Por ejemplo: no es el momento de satanizar la polÃtica, como algunos pretenden. Los chorizos, a la cárcel. Pero no la polÃtica, que es un mal menor imprescindible para garantizar la convivencia. Una sociedad sin polÃtica, sin debate, sin alternancia, sin prensa, sin colores… estarÃa forjando sus propios grilletes.
Y ojo también con los vendedores de humo. En este rÃo revuelto del mamoneo no han tardado en hacerse a la mar los pescadores de rÃos revueltos, narcisos enamorados de su mediocridad que sólo saben pescar en el cubo del descontento ajeno. SÃ, por supuesto que hablo de ellos y de quien estás pensando. Y de bastantes más. Todos, brillantes a la hora de hacer un diagnóstico, pero unos inútiles de manual cuando se trata de aportar soluciones más allá de las algaradas de pancarta y megáfono.
Cuidado con éstos. Venezuela, Cuba, aquella Unión Soviética. Incluso aquella Alemania de la eterna noche. La Historia nos da lecciones sobre los experimentos vacÃos de contenido. No me interesa elegir polÃticos para que me expliquen a qué huelen las nubes.
Por último, tras esta feria de los juzgados nos acecha el peligro de diluir nuestra responsabilidad individual. Cuando la culpa de todo se adjudica al sistema, omnipresente trol que carga con las culpas de la Humanidad, es entonces cuando se deconstruye a la persona, negándole su derecho a crecer desde la sensatez, la madurez y el juicio interior. Vamos, que si me acordé de aquel roce con el guante cuando el dato era imprescindible para curarme, ahora, ya sana, no puedo decir que no recuerdo nada y que en el juzgado nos veremos contra el señor sistema.
Despertemos, cristianos. Aportemos paz y sentido común. PolÃtica, sÃ. Justicia, sin duda. Y responsabilidad personal, que es el caldo en el que se cuece la madurez humana y cristiana.