A siete meses de las elecciones municipales y autonómicas, el bombo con los nombres de la lotería de candidatos ha empezado a girar. El premio para los ciudadanos va estar muy repartido y a alguno le tocará el gordo, sobre todo si hacemos caso a las encuestas que empiezan a filtrarse con interés o con miedo, según se mire. Nuestra tierra está inmersa en movimientos partidarios y partidistas que a muchos les suena a música celestial y a otros les va la vida. Por ejemplo, en Arona los nacionalistas tienen hasta cinco personas deseando llegar a una Alcaldía que lleva sujeta a convulsiones de todo tipo desde hace muchos años. Ni Linares ni Clavijo tienen claro quién es el mirlo blanco. Adeje seguirá siendo del mismo color y el resto de partidos no se inmuta con sus respectivos cabezas de lista. La Guancha e Icod, póngase el partido que quiera, se debaten entre el cariño, el odio, el carisma o las encuestas para elegir a los próximos alcaldes o alcaldesas. Los Realejos suena a estabilidad con Manuel Domínguez, al igual que La Orotava con Francisco Linares. La Laguna está tardando más de lo que quisieran los laguneros en conocer a sus representantes.
Si fuésemos ellos, los elegiríamos ya mismo, no vaya a ser que venga el coco de Podemos -que diría Esperanza Aguirre-. Y después está la ciudad turística del norte, y esto es otra historia, o la misma historia. Si nadie lo remedia, el municipio más pequeño de la Isla y el peor gobernado de las últimas décadas se va a ver en el centro de una tormenta de nombres, siglas e inestabilidad que perjudicará, una vez más, al turismo y a los portuenses ¡Qué pena! La participación y los votos de los ciudadanos tendrán la última palabra. Si no, a llorar al barranco…